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Listillos y extraviados

JAVIER UGARTE

A uno, como en la Fábula de los tres hermanos que cantara el cubano Silvio Rodríguez, le va quedando la mirada extraviada entre el ser y el fantasear. O algo así. Mira a su entorno y ve multitudes comprando (la cosa sigue en enero con las rebajas), sol, nieve y a su amigo que dice haber descubierto lo que es la sociedad de consumo (él es joven). Y mira con el otro ojo y ve a los políticos cariacontecidos, los pobres (vean la foto de Arzalluz, Madrazo y Errazti convocando la manifestación del 15), hablando unos de arquitecturas y de que si el traje se les ha quedado pequeño (¿acaso no sabe él de las rebajas?), o apelando otros a ejércitos de plomo dispuestos a intervenir por un quítame de aquí ese artículo (creo recordar que es el octavo), o aun a otros en silencio, con un silencio de palabras caídas que dan ganas de suspenderles de empleo y sueldo. De modo que, con todo esto, más de uno camina ojo en vereda y ojo en lo por determinar, con la mirada extraviada, claro. Y a la hora de decidir, no sabe si el sábado ir de manifestación o ir mejor de rebajas. Dependerá de que nieve o haga sol. En fin, la vieja historia del País Vasco real y sin respuesta, y el País Vasco ficticio del nacionalismo o el autista de los otros.

Sin embargo, no debiéramos engañarnos: hay un punto de conexión fuerte entre lo cotidiano y la política realmente existente, llena por lo demás de garambainas y esencialmente vacía. Evidentemente, se trata del deseo de paz de la ciudadanía de uno u otro signo (dejemos para otro día el que aquí no estemos en guerra, que sólo haya terror). Ese hecho conecta fuertemente la política de hoy a la sociedad. Entenderlo nos ayudaría a curar nuestro extravío. Tan fuerte los conecta que hasta la iglesia de Setién se aferra al argumento para pescar en río revuelto. El deseo de paz mueve hoy la política del país, pues la violencia es su mayor y primer problema.

Y así, sin otro aderezo, debiera reconocerse para que una sociedad moralmente enferma como la nuestra, capaz de justificar o admitir medios terribles para un fin pretendidamente deseable, en la que puede oírse a alguien lejano a HB aborrecer de Mayor Oreja mientras calla cuando se trata de Antza, dispuesta a admitir pequeños dioses iracundos, como si pudiera, más allá de una posible atenuación del clima violento (tras lo que anda, creo que sinceramente, el PNV), conocer el origen de su enfermedad para extirparla por lo sano.

Eso quisiera uno. Pero no lo encuentra. Sólo ve a listillos y extraviados (éstos sí, seriamente extraviados). Los listillos se han inventado eso del "proceso de paz" para arrimar el ascua a su sardina nacionalista: el "proceso" sólo puede entenderse en el marco de la "construcción nacional". Entre lo poco que uno conoce de grafías, sabe que lo que importa en un contrato es la letra pequeña, y en un cartel publicitario por el contrario, la grande. De modo que, a juzgar por el tamaño en las letras del cartel anunciador, lo que realmente importa en la manifestación de este sábado debe ser el lema "Euskal Herria tiene la palabra y la decisión", mientras que apenas si se enfatiza aquello de "A favor de la paz". Esa política está arraigando entre un sector de público de convenciones y cultura vasquista. Y es peligroso, pues excluye al resto y lo hace en un contexto aún violento.

Otra clase de listillos, que también los hay, hacen de la Constitución bandera y del Estatuto arma arrojadiza, en lugar de entramado jurídico garante de la libertad. Ellos, que -llevan razón quienes lo dicen- fueron los últimos en llegar y que aún no lo han comprendido. También esta política arraiga entre un sector beligerante.

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Y están los extraviados, ausentes de la vida pública del país, incapaces de articular una política mínima que tenga su argumento en la paz. Políticos incapaces de hacer sus deberes y que se dejan querer por unos y otros.

Mientras tanto, falta por articular y dotar de liderazgo a un amplio sector social moderno y demócrata, que quiere la paz por la misma paz, convencido de que eliminar el terror es un valor en sí mismo y lo único capaz de colocarnos en el porvenir. También estos están extraviados entre el querer y no poder. Oye esto y di lo que piensas tú (usted me permitirá esta licencia en homenaje a Silvio).

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