"No soy un turiferario de la Guardia Civil"
Ni un panegírico ni una sátira. Lorenzo Silva (Madrid, 1966) se llevó el jueves por la noche el 56º Premio Nadal por una novela negra, El alquimista impaciente, que constituye la segunda entrega de los casos de una pareja de la Guardia Civil formada por el sargento Rubén Bevilacqua y la agente Virginia Chamorro. Para el autor, que busca escribir un tipo de novela policiaca creíble en la España de hoy, la pertenencia de sus protagonistas a este cuerpo es sólo un pretexto para hablar de las personas que se ven envueltas en un caso criminal: "No soy un turiferario de la Guardia Civil", se excusa. "No pretendo ni hacerle un homenaje ni denigrarla, sólo trato de presentarla de manera normal", continúa. Los personajes, que aparecieron por primera vez en El lejano país de los estanques (Destino, 1998), no son nada arquetípicos: "En cualquier sitio hay outsiders. Casi todos mis personajes son extranjeros en el mundo en el que viven", afirma. Los nombres de la pareja ilustran bien lo que quiere decir el autor. Él, Rubén Bevilacqua, tiene apellido italiano pero es de padre uruguayo: "Es un apátrida, un descolocado. Es un marciano dentro de la Guardia Civil", cuenta. Ella, Virginia Chamorro, no ha sido aceptada en ninguna academia de militares y sólo ha podido ingresar en el instituto armado: "Es un personaje virginal e idealista. Como al principio es un poco seca y varonil, sus compañeros bromean con ella y con su apellido cambiando el orden de sus letras". De Chamorro a Machorro.
Silva, abogado en ejercicio, es autor de otros libros alejados del género policiaco. Se ha dedicado a la literatura para jóvenes y ha escrito novelas más intimistas, como El ángel oculto y La flaqueza del bolchevique, que quedó finalista del Premio Nadal en 1997. ¿Significa esto que cultiva distintas líneas narrativas? "En el fondo, todas mis historias convergen en lo mismo", afirma. "Pese a la diferencia de estilos, quien me lea apreciará unas constantes. Hay un intento de que todos los personajes pasen por debajo de la superficie de la realidad", continúa. Lo que le interesa es "la ruptura de la normalidad". Si en la saga de Bevilacqua y Chamorro el detonante es el hallazgo de algún cadáver, en El ángel oculto el punto de partida es una huida y en La flaqueza del bolchevique un accidente.
Para demostrar que lo que interesa al escritor -hijo y nieto de militares- son las personas y no lo que representan, asegura que escribiría un libro protagonizado por miembros de la banda terrorista ETA. ¿Lo dice para provocar? "No. Lo que me interesa son las personas que viven fuera de la normalidad", insiste. "Los etarras me interesan desde un punto de vista novelístico".
El ganador del Nadal se declara un gran admirador de la novela negra norteamericana y mitifica a los escritores estadounidenses: "Creo que debemos aprender de ellos. Son unos grandes profesionales de cómo se narra, de cómo no escribir tonterías y de cómo tener prendido al lector de la primera a la última página". De su autor de cabecera, Raymond Chandler, asegura que
ha aprendido a dar importancia a los actores secundarios. "En sus novelas no aparecen comparsas, sino personas. En El alquimista impaciente hay un número casi insensato de secundarios", afirma.
El autor, que con la concesión del Nadal de este año se ha quitado la espina de haber quedado finalista en 1997 -cuando ganó Carlos Cañeque con Quien-, cree que los premios sirven para llegar a más lectores. "No soy un escritor para literatos, sino para lectores", se autodefine. Y reflexiona: "Sé que dentro de unos meses sólo un 3% de los espectadores que me han visto ahora por televisión se acordará de mi cara. Pero esto no es lo más importante en mi profesión. Lo que cuenta es que 30.000 personas quieran comprarse el próximo libro de Lorenzo Silva".
Babelia
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