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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El país más viejo del planeta

Las proyecciones demográficas que respecto de Europa y de España en particular realiza el Comité de Población de Naciones Unidas en un informe preliminar pueden ser discutidas y lo serán sin duda, pero en cualquier caso anticipan un futuro inquietante. De mantenerse inalterables las actuales tendencias, España tendrá en el año 2050 la población más envejecida del planeta, con una media de edad de 54 años, y necesitará 12 millones de inmigrantes para mantener la actual proporción entre población activa y pasiva. Dicho en otros términos, el sistema productivo descansará en gran parte sobre la población inmigrada. En el caso de la Unión Europea (los Quince) la proyección hasta el año 2025 se traduce en una necesidad de 159 millones de inmigrantes (equivalente al 40% de su población actual). De otro modo el sostenimiento del modelo europeo de Estado del bienestar devendría imposible.Estas proyecciones pueden parecer exageradas y excesivamente mecánicas, pero tienen la virtud fundamental de hacer sonar la alarma sobre la reducción de la población europea y sobre el inevitable hecho de que nuestras sociedades deben prepararse cultural, social, política y económicamente para lo que va a ser una inmigración masiva. Razón de más para que la política migratoria exija un tratamiento del máximo consenso entre las fuerzas políticas, lejos de los nerviosos propósitos del PP de rebobinar la ley recientemente aprobada en el Congreso.Para España, las perpectivas suponen un vuelco. País de alta natalidad hasta hace tres décadas, se ha convertido en el de menor fecundidad del mundo. A las tasas actuales, en medio siglo la población se reduciría por debajo de los 30 millones de habitantes, con una media de edad de 54,3 años. País de emigración, se ha mutado en sociedad de inmigración. La experiencia de un pueblo emigrante debería ayudar psicológicamente a la recepción masiva de inmigrantes, aunque sólo sea desde la reflexión egoísta de que los necesita para mantener su estructura productiva y la viabilidad de un Estado del bienestar decente.

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España necesita 240.000 inmigrantes al año para mantener su población activa

Determinados incidentes delatan, sin embargo, la existencia de corrientes consolidadas de xenofobia y racismo, cuya potencialidad de erupción no se puede minimizar ante un horizonte de inmigración en masa. El cupo de 30.000 inmigrantes legales por año parece ridículamente bajo a la luz de los informes citados, pero también ante el millón que los empresarios agrícolas y de la construcción demandan para hacer frente a sus necesidades en los próximos tres años.

En Austria, un país rico y de baja tasa de paro, el rápido crecimiento de la inmigración, que en unos años ha pasado a representar un 12% de la población, ha catapultado a un partido de derecha extrema como el de Haider. Ha ocurrido en otros países, y podría pasar en España si no se toman a tiempo las medidas oportunas para asimilar esta inmigración. Es necesario reforzar entre los más jóvenes valores como la tolerancia y el respeto a la diferencia cultural. Es éste un esfuerzo que tendrá que hacer el conjunto de Europa, aunque algunos países (Francia, Reino Unido, Alemania) ya han tenido que iniciarlo con no pocos conflictos.

Dicho todo esto, la inmigración será uno de los pilares para el rejuvenecimiento de la población europea, que sin duda pasa también por un aumento de su tasa de natalidad. En Suecia, 25 años atrás se hacían los mismos vaticinios que ahora se aplican a España y, sin embargo, ha sido capaz de invertir la curva demográfica. Aunque confluyen en este cambio causas muy complejas y sometidas a debate, un factor de primer orden ha sido la existencia de una estructura de servicios que ha evitado convertir la maternidad en un mecanismo de expulsión de la mujer del mercado laboral.

Dado el retraso de nuestro país en esta materia, que exige también no pocos cambios culturales relacionados con los roles domésticos, es mucha la tarea pendiente. Faltan garantías efectivas, guarderías gratuitas, una educación capaz de superar el sexismo cultural, y en general un sistema moderno de apoyo a la maternidad. Si no se corrige, el futuro puede ser en efecto tan inquietante como anticipa, con voluntad provocadora, el borrador de Naciones Unidas.

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