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Cuentos de invierno

La época navideña impone sus rituales. Es difícil sustraerse a una dinámica trepidante que lo llena todo. Las sonrisas proliferan, las buenas intenciones se multiplican. Los conciertos no se libran de la invasión de villancicos, valses y músicas ligeras. No hay tiempo para la reflexión, aunque siempre se pueden encontrar huecos para la intimidad o el sosiego.Barcelona marca las diferencias. Entre el aluvión de conciertos de buenas voluntades destacan dos experiencias de otro alcance. Una de ellas, el tradicional Mesías, de Haendel, participativo, que organiza la Fundación La Caixa, fue contada por Xavier Pujol en este periódico; la otra responde al lema Barcelona solidaria y está vinculada a la emblemática escuela de música L"Arc, que lleva con pulso ejemplar esa auténtica reina de las hadas llamada María Dolors Bonal. No es que la intención social sea una novedad en los actos navideños públicos de L"Arc, pero este año han incorporado a los efectivos musicales de la escuela a niños argelinos, marroquíes o paquistaníes del centro de Barcelona, en un acercamiento de culturas a través de la música verdaderamente estimulante. Bonal piensa que "la educación es la esperanza que nos queda para tratar de construir un mundo solidario". Tiene una fuerza irresistible esta mujer.

Los lugares de aprendizaje de la ópera también han salido al mundo exterior estos días en Madrid. Así, la Escuela Superior de Canto ha brindado un interesante programa lírico francés combinando el monólogo La dama de Montecarlo, de Poulenc, sobre un texto de Cocteau, con la opereta en un acto La educación incompleta, de Chabrier, cuya primera representación privada con acompañamiento de piano tuvo lugar en París, en el Círculo de la Prensa, el 1 de mayo de 1879. También con piano ha sido la versión ofrecida por los alumnos de último curso de la Escuela de Canto, arropada por un estimable trabajo teatral. La Escuela Superior de Arte Dramático ha mostrado escénicamente a su vez al público madrileño la ópera Dido y Eneas, de Purcell, con juveniles voces, orquesta y coro. Las nuevas generaciones líricas están empezando, pues, a llamar a la puerta.

Mirando hacia Europa, el espectáculo que ha despertado mayor interés durante estos días es la ópera Wintermärchen, que Philippe Boesmans y Luc Bondy han estrenado en el teatro de La Moneda de Bruselas, a partir del Cuento de invierno, de Shakespeare, con una imponente escenografía de Erich Wonder y dirección musical de Antonio Pappano. El boca a boca de admiración está funcionando de forma imparable. Basta con echar un vistazo a los últimos ejemplares de Die Zeit o Der Spiegel para comprobar el impacto que está causando este nuevo título operístico, con el que La Moneda de Bruselas cerrará el año 1999 y abrirá el 2000.

Pocos realizadores cinematográficos han tenido un control tan cuidadoso y tan poético de las bandas sonoras de sus películas como Robert Bresson. El pasado miércoles saltó a los periódicos la noticia de su fallecimiento. En la Filmoteca se proyectó toda su obra por última vez en marzo de 1997. Fue asombroso comprobar entonces cómo el paso del tiempo había elevado la altura artística de este singular director, capaz de construir, desde la inteligencia y la sobriedad, uno de los universos más profundos, enigmáticos, originales e imperecederos de todo el siglo XX. En estas fechas tan dadas a la síntesis no está de más recordar la huella dejada en la cultura por las imágenes, sonidos y silencios de Un condenado a muerte se ha escapado, Mouchette, Pickpocket, Au hasard Balthazar, Lancelot du Lac y tantas obras inolvidables.

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