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Cien obras maestras del Ermitage llegan a Roma en vísperas del Jubileo

El museo ruso presta por primera vez las pinturas impresionistas y de las vanguardias

Roma estrena Jubileo con una exposición de excepción cuyo título, Cien obras maestras del Ermitage, habla por sí solo de la importancia del acontecimiento. Se trata de los principales cuadros de los impresionistas y vanguardistas que desarrollaron su arte en el periodo mágico que vivió París entre finales del pasado siglo y principios del actual. La muestra, que se inaugura el 22 de diciembre y permanecerá abierta hasta junio del 2000, incluye algunas de las pinturas más famosas de Matisse, Monet, Degas, Gauguin, Druet, Bonnard, Rousseau y Picasso.

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El imprescindible Picasso

La exposición tiene un doble interés porque ha sido instalada en las dependencias de las Escuderías Papales del Palacio presidencial del Quirinal, donde se alojaban los destacamentos especiales de los Pontífices romanos que durante años residieron en este palacio, y que acaba de ser restaurada por la arquitecta italiana Gae Aulenti, responsable también de la instalación de la exposición.La muestra, cuya apertura al público será el 22 de diciembre -hasta mediados de junio del 2000-, incluye algunas de las pinturas más famosas de Monet, Degas, Gauguin, Druet, Bonnard, Rousseau, Picasso y, sobre todo, Matisse. Obras que formaban parte de las colecciones de dos personajes singulares: Sergei Schukin e Ivan Morozov.

Dos ricos comerciantes rusos que pasaban largas temporadas en la capital francesa dedicados a una vida de placeres mundanos que no excluía el recorrido por exposiciones y galerías de arte. Con los años, Schukin y Morozov adquirieron un verdadero olfato de coleccionistas que les permitió detectar de forma casi inmediata los cuadros de los grandes talentos del impresionismo y las vanguardias cuando todavía eran personajes desconocidos. Como buenos amantes del arte, los dos coleccionistas rusos se convirtieron también en mecenas, encargando a sus pintores favoritos muchas de las obras que han pasado después a la historia del arte. Por ejemplo, la famosísima Habitación roja, de Matisse, una de las joyas de esta muestra, encargada por Schukin al gran pintor francés que cambió los tonos azules que dominaban el lienzo por un atrevido rojo con el único objeto de complacer los deseos decorativos de su cliente.

"El cuadro era un verdadero desafío a las convenciones artísticas, pero no fue pintado para escandalizar, ni mucho menos, sino para buscar una armonía sin ninguna clase de precedentes, capaz de responder al espíritu del nuevo siglo", explica Albert Kostenevich, encargado de la sección de arte occidental en el museo de San Petersburgo, y comisario adjunto de esta exposición que acaba de presentarse en Roma.

Otra de las piezas clave que se exhiben en las Escuderías es La danza, un cuadro pintado velozmente por Matisse, concebido casi como un boceto, con el que el genial artista intentaba alcanzar la cumbre expresiva del arte con la máxima economía de trazos. "Quiero llegar a ese estado de condensación de las sensaciones que constituye la esencia de un cuadro", diría Matisse al iniciar esta obra, cuyo modesto destino fue decorar la escalera de la villa de Schukin en Moscú.

El vendaval de la revolución bolchevique arrastraría después todos estos tesoros amasados por los dos comerciantes rusos hasta el museo del Ermitage, desde donde llegan a Roma en esta ocasión especial muchas de las obras de Monet, el primer artista que cautivó a Schukin, entregado durante años a una febril búsqueda de sus cuadros por las galerías de arte parisienses. Lilas bajo el sol fue, de hecho, el primer lienzo impresionista que llegó a Rusia a bordo de un suntuoso vagón-cama del tren en el que viajaban Schukin y Morozov.

En el plazo de unos años, entre 1898 y 1904, llegaron a Moscú hasta 11 obras de Monet. A partir de este último año y hasta 1910, Schukin se dedicó a atesorar obras de Cézanne, Van Gogh y Gauguin, éstas últimas destinadas a decorar las paredes del salón de banquetes de su domicilio moscovita.

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