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CIBERNÉTICA

Un informático deja instalada una "bomba" en la red de su empresa en venganza por su despido

El supuesto saboteador introdujo un virus que destruiría los ficheros el 1 de enero del 2000

Había sido despedido y decidió vengarse. Un técnico informático ideó meter una bomba retardada en el sistema de ordenador del laboratorio farmacéutico para el que trabajaba, como supuesta represalia por echarle a la calle. La bomba consistía en introducir en la red un programa que se activaría el 1 de enero del 2000 y destruiría el cerebro del que dependen 140 ordenadores. Además, pensó que su ajuste de cuentas sería interpretado como un fallo imputable al efecto 2000. La Guardia Civil detuvo el pasado jueves al empleado vengativo, a la vez que la empresa ha logrado salvar su red informática.

El informático J. F. G., de 43 años, fue despedido el pasado 16 de noviembre del laboratorio farmacéutico de la zona de Alcobendas (Madrid) en el que trabajaba. La empresa no estaba satisfecha con sus servicios profesionales y había decidido rescindirle el contrato. Pero antes de abandonar su puesto había decidido introducir en la red el programa informático Erase.exe, que sería difundido desde el servidor Novell (un sistema similar al tan conocido Windows). Como un virus letal, destruiría los ficheros de inicio del sistema operativo si la fecha del ordenador era cambiada al 1 de enero del 2000 y se iniciaba la secuencia de arranque, según informó ayer la Dirección General de la Guardia Civil. Todo estaba programado para las cero horas del primer día del nuevo año.La bomba de retardo, sutilmente colocada en la red, fue descubierta casualmente por un empleado del laboratorio farmacéutico que unos días más tarde decidió someter a su ordenador personal a una prueba para comprobar que estaba preparado para afrontar con éxito el llamado efecto 2000. Así fue como se descubrió el virus. Denunciado el presunto sabotaje ante la Guardia Civil, agentes del Grupo de Altas Tecnologías de la Unidad Central Operativa (UCO) pusieron en marcha la Operación Bacilo, encaminada a identificar y detener al supuesto autor de la contaminación informática.

Los especialistas del instituto armado recogieron muestras en los ordenadores de los diversos departamentos de la empresa, revisaron el paquete de seguridad informático con ayuda de especialistas en el sistema Novell y realizaron una eliminación controlada de la denominada bomba lógica de tiempo.

El análisis del paquete de seguridad permitió detectar a los agentes la instalación del fichero Erase. exe. Poco a poco fueron acotando la parte del sistema desde la que podría haber sido introducida la bomba, hasta llegar al convencimiento de que se había hecho a través de un punto por el que había tenido acceso el despedido J. F. G. Además, la fecha en que el bacilo había empezado a infectar la red era supuestamente compatible con las últimas horas de éste en la empresa. "Logramos reunir un cúmulo de indicios, y por eso decidimos proceder a su detención", tras tomar declaración a otras personas, según manifestó ayer un comandante que ha participado en las investigaciones.

El supuesto saboteador negó su participación en los hechos que se le imputan y únicamente llegó a aceptar la posibilidad de que lo hiciera accidentalmente y por error. "Pero esto es técnicamente imposible", afirma con rotundidad el oficial jefe del instituto armado.

El presunto responsable del frustrado sabotaje, tras prestar declaración, fue dejado en libertad por la Guardia Civil sin ser puesto a disposición de la autoridad judicial, aunque ha sido advertido de que tiene obligación de presentarse ante el juez cuando sea requerido.

El laboratorio farmacéutico en el que trabajaba, cuya denominación no ha sido facilitada por los investigadores, había invertido unos 80 millones de pesetas en adaptar sus ordenadores frente al efecto 2000. Sin embargo, la introducción de este virus en la red podría haberle causado daños irreparables, según las mismas fuentes. Éstas han comentado que si no se hubiera descubierto a tiempo la bomba informática, los ordenadores de la empresa farmacéutica, que contienen un cúmulo de información sobre los pedidos comerciales y otros datos que hacen posible su funcionamiento, se habrían vuelto locos.

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