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MUJERES

Con trabajo y sin empleo

La mujer rural reclama un estatuto que reconozca su actividad laboral

Escondidas en unos 8.000 pueblos españoles con menos de 10.000 habitantes viven unos cinco millones de mujeres que tienen trabajo pero no empleo. Escondidas, porque su actividad profesional no figura en ningún registro, y al no existir, nadie debe compensarlas económicamente por ello.La realidad es que estas mujeres del ámbito rural son, además de amas de casa a tiempo completo y cuidadoras de hijos y ancianos, colaboradoras del marido en la agricultura, en la ganadería, recolectoras temporeras o mariscadoras. Todo eso, y no figuran como trabajadoras.

Ésta es la lucha de las asociaciones de mujeres rurales que esta semana se han reunido en Madrid en el Congreso Europeo de Mujeres Rurales. Lo primero que quieren conseguir es un estatuto propio, una definición de su actividad laboral. Y lo segundo, consecuencia de ello, un sistema de cotización que les permita un sueldo y unas prestaciones similares a las que recibe cualquier trabajador.

Porque, como subraya Dolores Merino, presidenta de la Asociación de Mujeres y Familias del Ámbito Rural (AMFAR), esta situación no sólo priva a la mujer del campo de la independencia que procura un sueldo. Además, está al margen de prestaciones por accidentes laborales o invalidez o maternidad que sí disfruta cualquier empleada. "Contribuyen a la riqueza del país y nadie lo sabe", se lamenta Merino.

"Las mujeres están discriminadas por el hecho de serlo, pero en el ámbito rural se agudiza debido al entorno vital. Las mujeres en los pueblos pequeños no disponen de una serie de servicios e infraestructuras, como centros de asesoramiento o de formación. En el caso de los malos tratos no tienen donde ir", afirma Merino.

AMFAR elaboró en 1997 un estudio que aproxima la realidad de la mujeres rurales españolas. En una encuesta realizada a 2.000 de ellas, casi el 100% se declaraba amas de casa, y el 77% añadía trabajos de tipo agrario, mayoritariamente para el marido, y muy minoritariamente con sueldo, aunque, en ese caso, como temporeras.

Seguridad Social propia sólo la tienen el 18% de estas mujeres. Más del 55% disfruta de la de su marido, lo que le da derecho básicamente a asistencia sanitaria. El resto carece de cobertura.

Nueve de cada diez se mostraron firmemente partidarias de cotizar para acceder a prestaciones sociales, aunque la fórmula no esté clara para nadie. Merino asegura que el problema tampoco está resuelto en otros países europeos. "En este tema, Francia ha sido pionera y ha establecido tres tipos de cotización dentro de la explotación agraria y la mujer puede acogerse a la que más le convenga", explica.

El citado estudio puso de relieve otro fenómeno que se produce en el campo español. La mujer es la que más emigra en el imparable trasvase de los pueblos a las grandes urbes. La media de edad de las que continúan en el medio rural ronda los 50 años. Las jóvenes emigran en mayor medida que los hombres, lo que está provocando una "masculinización" del campo, asegura Merino. "Es lógico que se vayan", piensa. "El reflejo para una hija es su madre, una madre dependiente de todos y de todo. Salen a formarse y luego no pueden volver para trabajar porque no existen puestos a menos que los creen ellas. Lo de las caravanas de mujeres a ciertos pueblos no es sólo una anécdota más o menos graciosa. Se están quedando sin ellas".

Merino considera que se están haciendo esfuerzos por dotar de presupuesto al desarrollo de la mujer rural, aunque insuficientes. "Es necesario estudiar políticas y estrategias, como por ejemplo incentivos fiscales, que permitan a estas mujeres generar empleos".

En este sentido, la Secretaría de la Mujer de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) criticó duramente esta semana al Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales y al Instituto de la Mujer, a los que acusó de no apoyar el esfuerzo de una "pieza clave en el desarrollo rural".

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