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Tribuna
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Territorio y mayorías

La ambigua respuesta del PNV a la propuesta lanzada el pasado fin de semana por EH a favor de una Asamblea Constituyente de Euskal Herria creada al margen de la legislación española, francesa y europea ilustra el peligroso deslizamiento del nacionalismo vasco desde las formulaciones autonomistas y moderadas hasta los planteamientos independentistas y radicales. Si los terroristas utilizaron los 14 meses de tregua para recuperar fuerzas, mientras las bandas juveniles bajo su control practicaban la kale borroka y agredían a cargos públicos, militantes e intelectuales constitucionalistas, la ruptura del alto el fuego sitúa la decisión de ETA dentro de una estrategia de largo alcance orientada a imponer su hegemonía en el campo nacionalista. La desleal revelación por ETA de sus negociaciones y acuerdos secretos con PNV y EA dejó a los dirigentes de ambos partidos a los pies de los caballos ante una política de hechos consumados que les conmina a seguir uncidos como rehenes al yugo del nacionalismo radical bajo la amenaza de reiniciar los atentados.La justificación dada por ETA a su ruptura del alto el fuego prueba la inanidad de la monserga repetida ad nauseam durante meses por los nacionalistas y su séquito de equidistantes respecto a las eventuales responsabilidades del Gobierno, el PP y el PSOE por la eventual reanudación de los asesinatos. El comunicado hecho público a finales a noviembre por la banda terrorista para explicar su vuelta a la actividad criminal no mencionó como causas determinantes la política penitenciaria, el inmovilismo del Gobierno o su incapacidad para dar con soluciones imaginativas, sino que descargó toda la responsabilidad sobre PNV y EA por no haber cortado los puentes con populares y socialistas y por no avanzar a paso suficientemente rápido hacia la independencia.

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Humillados y ofendidos por el comunicado de la organización terrorista, PNV y EA continúan afirmando sus discrepancias sobre los medios aplicados y su conformidad respecto a los fines defendidos por ETA: la territorialidad (la anexión a Euskadi de Navarra y los territorios vascofranceses) y el soberanismo (la transformación de esa nueva entidad en un Estado independiente). Pero la reciente experiencia de los Balcanes muestra las trágicas consecuencias de los falaces planteamientos que intentan distinguir entre medios buenos y medios malos al servicio de un mismo fin inmaculado: en realidad, los medios transforman los fines según los van configurando. La creencia del PNV y EA en que los objetivos de territorialidad y soberanismo perseguidos por ETA mediante la violencia podrían ser alcanzados también a través de procedimientos democráticos sitúa al nacionalismo moderado a merced del nacionalismo radical.

¿Cómo llegar a la independencia de Euskal Herria por la vía democrática? En su entrevista con Iñaki Gabilondo de anteayer, Arzalluz sentenció que bastaría con un 51% de votos afirmativos para legitimar y dar carácter irreversible a ese paso. Pero la historia comparada enseña que la regla de la mayoría simple, utilizada para resolver los problemas corrientes en un régimen de libertades, resulta democráticamente inadecuada para solucionar los conflictos cruciales, siempre necesitados de mayorías cualificadas; si el Tribunal Supremo de Canadá exige para la independencia de Quebec una respuesta afirmativa claramente mayoritaria a un referéndum nítidamente planteado y una negociación con el resto de la federación, los Acuerdos de Stormont establecen fórmulas de democracia consociativa cercanas a la unanimidad.

Por lo demás, el principio democrático entraría en colisión con el principio de territorialidad si algunos de los territorios consultados no aceptasen la unidad de Euskal Herria: dado que el nacionalismo no llega al 40% de los votos en Álava, al 20% en Navarra y al 10% en el País Vasco-francés, esa meta irredentista sólo podría ser alcanzada por la fuerza. El engañoso argumento de que la independencia de Euskal Herria sería un fin legítimamente perseguible a largo plazo mediante medios democráticos y pacíficos sólo sirve para dar coartadas a quienes persiguen ese objetivo a corto plazo a través de la violencia: la imposibilidad práctica de que el nacionalismo llegue a ser mayoritario en Navarra, Álava o el País Vasco-francés y la resistencia de casi la mitad de los votantes de Vizcaya y Guipúzcoa a respaldar el proyecto de una Euskal Herria unificada e independiente demuestran sin lugar a dudas que ese fin sólo podría alcanzarse mediante la fuerza.

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