Así empezamos a ser modernos
Este siglo que finalizará en breve -o dentro de poco más de un año, según otras fuentes- comenzó para los historiadores en 1914. El año en que el mundo comenzó a masacrarse en las trincheras enfangadas de la Gran Guerra marcó también la culminación de la primera fase de un proceso iniciado a mediados del XIX: la industrialización, el paso de una sociedad predominantemente rural a una hegemonía de las ciudades. Cambios que voltearon el sistema económico y que incidieron en cambios sociales: campesinos que se convierten en obreros, burgueses que medran tanto como los terratenientes de noble estirpe, nuevos hábitos de ocio y consumo avivados con las ascuas de los altos hornos.La modernidad de aquella época llegó también a Alicante, y lo hizo para cumplir una de las leyes implacables de la vida, esa que sentencia que la desgracia de unos siempre será beneficiosa para otros. La epidemia de filoxera que devastó los viñedos franceses propició el inicio, en 1882, de las relaciones comerciales estables con el país vecino. Comenzaba una etapa de prosperidad económica venida de la exportación que redundó en los cambios sociales y financieros anteriormente citados. Se abrieron importantes líneas de ferrocarril (las que unían la capital con Madrid, con la industriosa Alcoy y con las Marinas) y se comenzó a consolidar una red de servicios que todavía hoy constituye el sustento de muchas familias alicantinas.
Esta época de convivencia entre la modernidad y las estructuras más tradicionales es precisamente la que documenta la exposición Los inicios de la modernización en Alicante. 1882-1914, de la Caja de Ahorros del Mediterráneo. Tras 36 días de éxito en Elche (Baix Vinalopó), donde recibió la visita de 22.000 personas, se inauguró el pasado viernes en la sala de exposiciones de la CAM en Doctor Gadea, en Alicante. Hasta el 10 de enero pueden verse 180 objetos de los 220 que conforman la muestra completa. Son utensilios que avivan la memoria del inicio del siglo que está pronto a acabar y que proceden de arduas labores de rastreo. "Hay bastantes objetos que proceden de préstamos de museos e instituciones públicas, pero la mayor parte del trabajo se nos ha ido recopilando objetos procedentes de colecciones particulares", señala el coordinador, Carlos Mateo. Hasta el año 2001, las piezas se pasearán por toda la provincia.
La exposición se divide en cinco áreas. La primera ilustra las actividades económicas tradicionales, que tardaron en hacer caso a los envites de la modernización. El mundo rural y de la pesca se asienta en un rincón que preside el luminoso cuadro de Joaquín Sorolla La elaboración de la uva en Jávea. Entre otros objetos, muestra una prensa para la vid y el esqueleto de una barquita de pesca. El calafateado y la siembra permanecieron ajenos a la modernidad mientras fue posible.
El espacio La ciudad da cuenta de los cambios en el mobiliario urbano, de la cartelería modernista con nostalgias neoclásicas, y de los nuevos modos que adquirieron los humanos para retratar la realidad: el cinematógrafo y la fotografía, que comenzaba a sustituir a los pintores en la tarea de retratar a las clases pudientes.
El comercio y las comunicaciones y Las industrias son dos ámbitos que van de la mano. El desarrollo de ambos sectores incidió de forma determinante en la modernización. La vida cotidiana y el ocio recoge las mejoras en las condiciones de vida propiciadas por las corrientes higienistas, aunque en aquellas fechas afectara sólo a las capas sociales favorecidas. El mobiliario, la moda, las costumbres... todo cambiaba en unos años en que el mundo desarrollado soñaba con el futuro hasta la llegada de una pesadilla de campos de batalla y gas letal. Las armas químicas también marcaron la siniestra entrada del mundo en las ignominias de la guerra moderna.
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