"Hay que armarse de paciencia"
Francisco Ignacio Serrano Marín, traumatólogo de 36 años residente en Vitoria, da por bueno el calvario que él y su mujer han pasado durante los últimos años, que incluye la muerte de un hijo biológico de 26 semanas y el inútil recurso a la estimulación ovárica o la fecundación in vitro. Ahora tienen consigo una preciosa niña de 17 meses, Marina, después de que una juez de familia de Yekaterimburgo dictó hace unos días una resolución favorable a la adopción. Empezaron a tramitar el certificado de idoneidad el pasado febrero. Ése fue el momento de la fecundación. Y poco más de nueve meses después se completó el embarazo. Francisco Ignacio anima a otras familias a que sigan la vía de Yekaterimburgo, de forma particular y sin necesidad de recurrir a una EMAI. "Todo ha ido muy bien", dice, "tanto con el abogado como con el papeleo y el tribunal".
No ha sido barato. Casi tres millones de pesetas, de los que más de la mitad se los ha llevado el gabinete del abogado, y el resto se ha ído en viajes, alojamiento, intérpretes o traducciones. Otros padres confiesan costes que rondan los dos millones.
Francisco Ignacio se lamenta de las dificultades para adoptar que existen en España. "La mayoría de los aspirantes", señala, "tenemos más de 35 años, y el mínimo de espera ronda los cuatro años. Cuando un cónyuge cumple 40 años, se le elimina de la lista de espera".
Otra pega, añade, es la legislación sobre patria potestad. La mayoría de los niños internados son hijos de drogadictos que se limitan, si acaso, a cumplir con la obligación de visitarles una vez cada tres meses. "Creo que la legislación actual no protege al menor y debería cambiarse", sostiene.
Juan José Rodríguez Calero, de 39 años, gestor económico de la Universidad Autónoma de Barcelona, y su mujer tampoco pueden tener hijos biológicos. Tras desesperarse por la lentitud del proceso con niños de Colombia y Perú, apostaron por Rusia y, en apenas medio año, han logrado adoptar un niño de nueve meses. De padre desconocido, de madre que lo abandonó al nacer.
Su opinión del orfanato en el que se encontraba el niño es básicamente positiva. "Hemos observado carencias", afirma, "sobre todo en la alimentación, pero también que no les faltaba el cariño de las cuidadoras".
Bartolomé Capotos, un mallorquín de 41 años, oficial de notaría, y su esposa adoptaron un niño de 21 meses en octubre de 1998. Ahora han repetido, con una niña que cumplirá un año en Nochebuena. "Estamos encantados", afirma. A quienes quieran seguir sus pasos, les recomiendan asesorarse antes y armarse de paciencia.
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