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Técnicas de camuflaje para lograr un buen balance

El Gobierno del PP ha utilizado una buena dosis de 'contabilidad creativa' para mejorar sus resultados

Hoy comienza en el Senado el debate de los Presupuestos del año 2000, los últimos de esta legislatura. Con los primeros, en el año 1997, se inició un cambio de fachada contable, que ha permitido presentar un balance presupuestario brillante, aunque sin comparación posible con los resultados del pasado.Unas dosis de contabilidad creativa, cierta manga ancha desde Bruselas para que la mayoría de los aspirantes al euro aprobasen el examen y una prolongada fase de crecimiento económico han obrado esa especie de milagro español que consiste en que, a la vez que se bajan los impuestos y se aumenta el gasto social, se reduce el déficit.

Los principales cambios introducidos son los siguientes:

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- Canje de deuda. Desde 1997 hasta ahora se han llevado a cabo canjes de deuda por un valor de un billón de pesetas cada año. La operación consiste en cambiar deuda emitida con anterioridad a tipos más altos por otra nueva a tipos más bajos. Pero este canje tiene un coste para las arcas públicas, porque al titular de esa deuda se le ha de compensar por desprenderse de unos títulos mejor remunerados. Ese coste se contabiliza como un déficit de caja -200.000 millones de pesetas anuales-, que desaparece en su mayor parte a la hora de computarlo en la contabilidad nacional. El criterio de caja mide la diferencia entre ingresos y gastos efectivamente realizados, mientras que el de contabilidad registra el saldo entre derechos de cobro y compromisos de pago. Este último baremo es el relevante, ya que es el armonizado por la UE y el que sirvió para realizar el examen del euro. De esos 200.000 millones de pagos realizados cada año, sólo unos 50.000 millones se han computado en déficit de contabilidad nacional. El resto ha pasado a formar parte de esa espesa nube que forma la variación de activos y pasivos financieros. El resultado es que cerca de medio billón de pesetas se ha esfumado, en estos tres años, del déficit que luce en la contabilidad nacional. En contrapartida, el Ministerio de Economía asegura que la carga de intereses de la deuda se reducirá en 600.000 millones los próximos años, al cambiar deuda cara por barata.

- Avales a entes públicos. También desde principios de 1997 se decidió que el Estado no asumiría más deuda de empresas y entes públicos. La cifra, que rondaba el billón de pesetas cada año, desaparece así del déficit porque en su lugar se opta por prestar avales. El Estado se limita a garantizar el pago de esta deuda, y los entes públicos, para obtener financiación, deben acudir al mercado. Hasta entonces, esa deuda se contabilizaba en déficit a su vencimiento como una transferencia de capital, pero Bruselas obligó a que se registrase toda en el momento en que se asumía. Esto habría inflado el déficit en ese billón de pesetas anuales, por lo que se cambió de criterio. Lo previsible es que la pelota vuelva al tejado del déficit cuando las empresas y entes públicos no puedan devolver su deuda y el Estado deba hacer frente a sus compromisos como avalista.

- Privatizaciones. El dinero de las privatizaciones es otro de los vericuetos contables que han beneficiado al déficit, aunque de forma todavía más sofisticada. Bruselas no permite que la mayor parte de los ingresos por este concepto sirvan para reducir el déficit, aunque sí se pueden computar como ingreso a efectos de caja. Lo que se hizo a finales del pasado año fue crear un fondo de 1,2 billones de pesetas, obtenido de los ingresos por privatizaciones, para pagar los compromisos asumidos en la reconversión industrial. Ese fondo se adjudicó a siete aseguradoras para que gestionasen el pago de esos compromisos (sobre todo prejubilaciones) hasta su extinción, en el 2020 en su mayoría. Antes, esas prestaciones, unos 60.000 millones de pesetas por año, salían del presupuesto del Estado como una transferencia a las empresas afectadas (Ensidesa, Altos Hornos de Vizcaya, Hunosa, Babcock Wilcox, Acenor, Altos Hornos del Mediterráneo y Bazán). Ese gasto desaparece del Presupuesto del Estado y se le da cobertura con los ingresos por privatizaciones. Así, estos ingresos que Bruselas impide emplear en reducir el déficit se utilizan indirectamente con este fin.

- Infraestructuras. El proyecto de financiar infraestructuras llave en mano, el famoso modelo alemán, creado en 1997, ha tenido una vida efímera, pero sirvió para comprometer obras por valor de 370.000 millones en un año de fuertes restricciones presupuestarias. Éste es el caso típico de desplazamiento de déficit hacia el futuro, ya que el pago se contabiliza a la entrega de la obra y no cuando se pone en marcha, como se hacía hasta entonces. Otra innovación en el terreno de las infraestructuras fue la creación del GIF (gestor de infraestructuras ferroviarias) para la puesta en marcha de las nuevas redes de alta velocidad, con una aportación patrimonial del Estado de unos 100.000 millones cada año. Esa aportación no luce en el déficit de contabilidad nacional, sino que, como ocurre con los canjes de deuda, es una operación financiera. Si el Estado realizara esa inversión directamente, lo debería computar como déficit. Lo negativo del nuevo procedimiento es que el Estado debe ingresar unos 60.000 millones anuales que vienen del fondo de cohesión de la UE y que se destinan a la financiación de infraestructuras ferroviarias. Los malabarismos contables en los Presupuestos del Estado han mejorado las apariencias de las cuentas públicas y han ayudado a presentar, al final de la legislatura, un saldo negativo en mínimos históricos.

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