Calor y tradición en la velada de Santa Llúcia
El efecto 2000 no pasó por Lleida. Entre otras cosas, porque en Òmnium Cultural y en la Nit de Santa Llúcia todo sigue igual que hace 50 años. Ni el cambio de siglo, ni Internet, ni la realidad virtual han hecho mella en el espíritu de la fiesta. Parecía existir la consigna de no acentuar el aspecto finisecular del evento, seguramente porque la pompa y circunstancia se reservan para el año próximo, para celebrar el cincuentenario de la Nit de Santa Llúcia en el Palau de Montjuïc de Barcelona, tal como avanzó el presidente de Òmnium, Josep Millàs. Hacía 25 años que la fiesta de Òmnium no se celebraba en Lleida y el nuevo e impersonal pabellón ferial dels Camps Elisis se engalanó para la ocasión con telas azules y grises. Tanto temor había en la organización a que los asistentes pasaran frío, que al final el calor fue la nota dominante. Varios cañones de plástico vertían sin parar aire caliente sobre las cabezas de los comensales, pero fue un detalle tolerado sin quejas por un auditorio, en el que la mediana de edad superaba el medio siglo.
Los 1.200 asistentes se repartían alrededor de 120 mesas redondas bajo una iluminación tenue que uniformaba colores, satenes, joyas y paillettes. Entre los más ilustres, estaban el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, con su esposa; el alcalde de Lleida, Antoni Siurana; el presidente de la Diputación leridana Josep Pont y los consejeros de Cultura, Jordi Vilajoana, Trabajo, Lluís Franco y Política Territorial, Pere Macias.
En el escenario, una gran pantalla mostraba la imagen ampliada de los protagonistas de la velada, los ganadores de los 12 premios de la Nit de Santa Llúcia y de los dos premios leridanos Josep Vallverdú y Màrius Torres, que se otorgaron también el sábado. La velada finalizó a las 2.30, tras un discurso del presidente de la Generalitat, quien afirmó acaloradamente que aun siendo un país pequeño, oprimido y derrotado, y confesarse insatisfecho con los logros conseguidos bajo su mandato, Cataluña debía ambicionar más y conseguir más dinero y poder para el futuro. Fue éste un discurso en clave política y con tono de campaña electoral, que cerró la última noche de las letras catalanas de este siglo.
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