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El 'Irangate' revive en Israel

La investigación sobre el patrón de prensa Ofer Nimrodi desvela la implicación israelí en la venta de armas a Irán

Las investigaciones judiciales sobre Ofer Nimrodi, el patrón de prensa israelí detenido tras haber planeado el asesinato de dos directores de periódicos rivales, acaba de desembocar inesperadamente en uno de los capítulos más turbios de la política internacional: el caso Irangate. La policía ha localizado en el domicilio de algunos de los implicados en este culebrón numerosos documentos altamente secretos, en los que se detallan aspectos de las implicaciones de las administraciones norteamericana e israelí en la venta ilegal de armas a Irán, entre 1985 y 1987, en pleno embargo decretado por la Casa Blanca.Ofer Nimrodi, de 42 años, propietario del diario Maariv, se encuentra desde hace dos semanas en una cárcel de Tel Aviv por un hecho inusual: planear el asesinato de dos directores de periódicos rivales -Arnon Moses, del Yedihot Aharanot, y Amos Shoken, del Haretz-, así como la muerte de Yakov Tzur, un oscuro detective privado de Tel Aviv, quien tiempo atrás había colocado micrófonos en las redacciones y despachos de la competencia.

Las investigaciones judiciales sobre Nimrodi, desencadenadas a raíz de las confesiones de un detective arrepentido, Rafi Friedan, que había, asimismo, trabajado para este patrón de la prensa en labores no especialmente lícitas, hicieron tambalear inmediatamente los cimientos de The Israel Land Developement Company Ltd (ILDC), uno de los holding más importantes de Israel, de los que el Maariv es simplemente su mascarón de proa, y detrás del cual se amontonan empresas de todo tipo: inmobiliarias, aseguradoras, editoriales, hoteles e incluso The Jerusalem"s Studio, donde se concentran casi todas las corresponsalías de la prensa y televisión internacionales acreditadas en Israel.

Las acciones de la ILDC en la Bolsa de Tel Aviv empezaron así una irrefrenable caída que ha provocado en un mes la pérdida de un 98% de su valor, colocando al borde de la quiebra a esa empresa, fundada en 1909, y que tenía a gala ser uno de los motores financieros del sionismo. ILDC se dedicó a comprar y distribuir tierras a los primeros colonos que querían instalarse en Palestina.

Traficante de armas

Israel, que contempla impasible cómo un trozo de su historia -éste es uno de los lemas publicitarios de la ILDC- empieza a hundirse, recuerda ahora acongojada aquellos vaticinios demoledores que surgieron en 1988, cuando los Nimrodi compraron el holding, incluido el periódico Maariv, en una misteriosa operación financiera, utilizando para ello la fortuna que el padrino de la saga, Yakov Nimrodi, padre del detenido, había amasado en pocos años como traficante de armas. La compra de todos estos activos le sirvieron, según fuentes financieras, para blanquear el dinero logrado en operaciones tan jugosas como el Irangate, donde actuó en nombre de Israel y de Estados Unidos, comprando y vendiendo armas con destino a Irán, vulnerando así el embargo que había impuesto la Casa Blanca.

Yakov Nimrodi, de 73 años, salió limpio del caso del Irangate. El jefe del clan Nimrodi alegó que había recibido órdenes del Gobierno de Israel -Isaac Rabin y Simón Peres- de participar en la operación, en virtud de su pasado como responsable de los servicios secretos en el exterior -Mossad- y su posterior cargo de agregado militar en la última Embajada israelí en el Irán del sha Reza Palhevi.

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Este episodio de la historia de Israel dormía tranquilamente hasta la pasada semana, cuando los investigadores del caso Nimrodi, en su afán por localizar documentos que probaran los proyectos del vástago Nimrodi en el asesinato de los dos directores de periódicos, encontraron casualmente en el domicilio de uno de los detectives implicados en el caso 12 folios, escritos en hebreo, transcripción de unas cintas secretas sobre el tráfico de armas con Irán, datados en 1985.

El patriarca Yakov Nimrodi no salió de su asombro el pasado domingo cuando fue arrestado por la policía e interrogado en su propio domicilio, en un barrio residencial de Tel Aviv. "¿Qué hacen todos estos documentos secretos en su casa?", le preguntaron los investigadores. "Son documentos que necesito para escribir un libro", respondió, al tiempo que devolvía a la policía los secretos de Estado. El culebrón aún no se ha cerrado.

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