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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El regreso de Schröder

GERHARD SCHRÖDER ha resucitado. Si hace algunos meses se le daba prácticamente por políticamente muerto, en el Congreso del SPD de Berlín ha realizado un regreso espectacular en varias dimensiones: ha conseguido contentar y unir al Partido Socialdemócrata tras él, y a la vez, mezclar un discurso más a la izquierda -el que querían escuchar los delegados- con el pragmatismo. Schröder, al menos de momento, ha conseguido así derrotar a dos fantasmas: el de Oskar Lafontaine, que dimitió como presidente del partido y ministro en protesta por el centrismo de Schröder; y el de Helmut Kohl, el gigante político que dominó la política alemana durante 18 años, hoy disminuido por los escándalos sobre la financiación de su partido, la Unión Cristiana Democrática (CDU).Schröder llegó al poder lastrado, pues no sólo no dominaba su propio partido, sino que las bases -775.000 militantes- nunca comprendieron su mensaje de nuevo centro. Y en el primer año en el poder, este alejamiento entre la cancillería y las bases creció. Pero desde septiembre, en que se deshizo de algunos colaboradores y nombró secretario general del SPD a Franz Muentefering, Schröder recuperó la iniciativa. El resultado está a la vista. Ha sido reelegido presidente por el congreso socialdemócrata por más del 86% de los votos de los delegados, es decir, 10 puntos más que en abril, cuando tuvo que asumir las riendas del SPD tras la dimisión de Lafontaine.

Schröder, camaleónico, ha realizado un quiebro hacia la izquierda, proponiendo nuevos impuestos sobre las sucesiones y recortando los de las empresas, pero frenando con realismo a un SPD que quería ir mucho más allá en los gravámenes sobre el patrimonio. Su intervención salvó días atrás a la constructora Holzmann de la quiebra, y sus opiniones influyeron a la hora de evitar la absorción de la empresa alemana de telefonía Mannesmann por la anglosajona Vodafone. Pero, como casi todos en Europa, sigue buscando la reconciliación de la "justicia social" con la "innovación" y el impulso de la sociedad civil, dejando al Estado la función central de "garantizar la infraestructura de la solidaridad". Y aún está por ver si conseguirá convencer a los alemanes de que tienen que reformar a fondo su sistema económico y social. Pero sigue sin saberse quién es Schröder y qué representa.

Aunque ha heredado una terrible situación presupuestaria, finalmente la suerte parece sonreírle al crecer la economía y empezar a reducirse el paro. El partido, finalmente, está con él, y él con el partido. ¿Y los electores? Hasta ahora le han dado la espalda, con una serie de duras derrotas locales que le han hecho perder al SPD la mayoría en la cámara territorial, el Bundesrat, con lo que las grandes decisiones nacionales han de pactarse con los democristianos en una especie de gran coalición encubierta.

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Pero Schröder puede sacar ahora fuerza de la crisis abierta en la CDU por el descubrimiento de cuentas secretas para financiar el partido, manejadas por Kohl, en un escándalo que puede salpicar a Wolfgang Schauble, su sucesor al frente de los democristianos. De momento, las encuestas indican una subida de los socialdemócratas; una bajada, menor, de los democristianos; y sobre todo, un mayor y preocupante descreimiento de los ciudadanos alemanes en sus partidos y en la política. Kohl sigue sin querer dimitir de su escaño ni de la presidencia de honor de su partido. Independientemente de lo que haga la fiscalía y del desarrollo judicial del caso, en el que día a día se descubren nuevas fuentes ilegítimas de financiación, el ex canciller evitaría mermar aún más el desgaste de su figura histórica si dimitiera a tiempo de sus cargos.

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