El Gobierno atribuye la ruptura del PNV al "cumplimiento de las exigencias de ETA"
El Gobierno atribuye al "cumplimiento de las exigencias de ETA" la ruptura de relaciones con el Ejecutivo central que ayer anunciaron dos representantes del PNV y que se traducirá en su rechazo a las leyes de Presupuestos y a las enmiendas de la Ley de Extranjería que se votarán en el Congreso antes de que se disuelvan las Cámaras. Al Gobierno no le ha sorprendido esta reacción peneuvista a las declaraciones del presidente, José María Aznar, el día de la Constitución, en las que acusó a los nacionalistas vascos de "estar más cerca de la Europa de la limpieza étnica que de la del euro".
Para el Gobierno, la ruptura que ayer hizo oficial el PNV responde a la "dinámica secesionista" en que ha entrado el partido que dirige Xabier Arzalluz y, con ella, al "cumplimiento de las exigencias que ETA le impuso antes de la declaración de la tregua de septiembre de 1998". Las fuentes gubernamentales recordaron que el PNV se había comprometido con ETA, antes de la declaración de tregua por parte de la banda, a abrir una dinámica política soberanista y a romper los lazos con los Gobiernos de Madrid y París. Para el Ejecutivo, el PNV acaba de materializar este último compromiso atrincherándose en las declaraciones de Aznar el día de la Constitución, que sorprendieron a propios y extraños por su dureza. Entre ellos, Joaquín Almunia. El secretario general del PSOE aseguró ayer: "Sorprendentemente, he visto al presidente del Gobierno arremeter contra el PNV y no contra ETA. Yo creo que se equivocan unos y otros". "Nuestro enemigo no es el PNV, es ETA", añadió.Aznar utilizó calificativos de "trazo grueso" para definir la actitud del PNV desde la declaración de alto el fuego de ETA. Situó la actual estrategia nacionalista vasca, compartida por ETA, en línea con la limpieza étnica en Kosovo. Aznar actuò por "propia iniciativa y sus declaraciones fueron muy meditadas y medidas", manifestaron ayer en fuentes gubernamentales.
La agresividad de Aznar contra el nacionalismo vasco se basa en "razones estratégicas e incluso personales". El jefe del Ejecutivo estaba preocupado porque los nacionalistas le endosaran la responsabilidad de la ruptura de la tregua. En esa dirección apuntaban, según fuentes gubernamentales, las declaraciones de los dirigentes del PNV y el comunicado del Pacto de Lizarra del pasado jueves. El portavoz del PNV en el Congreso, Iñaki Anasagasti, llegó a manifestar que gracias a la oferta soberanista del PNV a Herri Batasuna, los concejales del PP podrían salvar la vida.
Pero la gota que colmó el vaso de la paciencia de Aznar fue la encuesta del Gobierno vasco publicada el pasado domingo, según la cual, para el 70% de los vascos, el Gobierno central tenía la responsabilidad del "inmovilismo" durante el proceso de paz. La reacción de Aznar ante este sondeo oficial fue de "irritación" y también de "preocupacion" porque, al final, se consolidara en la sociedad la idea de que el responsable de la ruptura de la tregua no fuera ETA sino el Gobierno. "Aznar necesitaba llamar la atención para alejar la responsabilidad de su campo y situarla en el ámbito de ETA y del nacionalismo y para ello utilizó trazos gruesos", añadieron las fuentes consultadas.
En La Moncloa no ha sorprendido la reacción peneuvista, aunque "no era la pretensión de Aznar provocarla" sino "la de aclarar las responsabilidades de cada uno" en este proceso. El Gobierno niega, por tanto, que la finalidad de Aznar fuera "electoralista". "Aunque [las palabras de Aznar] no vienen mal electoralmente en el conjunto de España", las mismas fuentes admiten que "tienden a profundizar en la división social en el País Vasco". "Pero no ha quedado más remedio", añaden.
Tampoco tiene un especial coste parlamentario, pues el Gobierno dispone de apoyos suficientes con CiU y Coalición Canaria para sacar adelante los Presupuestos dentro de 15 días, pese a la retirada del voto del PNV.
Aznar, con sus declaraciones, también "se ha sacado de encima las críticas de los socialistas" de que mantenía "una doble política oportunista y electoral": de confrontación con el PNV en Euskadi y de pacto parlamentario con el mismo partido en Madrid. "Estas críticas estaban haciendo mella en la opinión pública y le estaban afectando a Aznar".
En cuanto a la posición comprensiva del presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, hacia el PNV, no ha sorprendido en La Moncloa. No obstante, Aznar se verá en los próximos días con Pujol para tratar de afianzar sus relaciones. La Moncloa tiene "muy claro" que "no se puede abrir un nuevo frente en Cataluña en la dirección secesionista que ha adoptado el nacionalismo vasco".
El alto el fuego marcó el inicio de la ruptura entre Aznar y Arzalluz
Aunque la gota que colmó el vaso de las malas relaciones de Aznar con el PNV fue la pretensión del partido de Xabier Arzalluz de responsabilizar al "inmovilismo" del jefe del Ejecutivo de la ruptura de la tregua, la comunicación entre ambos estaba prácticamente rota desde la declaración de la tregua de ETA, el 16 de septiembre de 1998. El presidente del Gobierno inició sus relaciones con el líder del PNV en 1991, cuando encabezaba la oposición a Felipe González. La relación llegó a su cenit con la firma de los pactos parlamentarios entre el PP y PNV, en mayo de 1996, que se materializaron en mayo de 1997 con la renovación ampliada del Concierto Económico vasco. Fue una época de grandes elogios de Arzalluz hacia Aznar.El deterioro comienza en enero de 1998. Arzalluz, acompañado del entonces lehendakari, José Antonio Ardanza, presenta a Aznar, acompañado por Jaime Mayor, un plan de paz que el jefe del Ejecutivo rechaza. En septiembre de 1998, el PNV firma el Pacto de Lizarra y ETA declara la tregua. Unas semanas después, en una reunión tempestuosa en La Moncloa, Aznar acusa a Arzalluz de "deslealtad" por no haberle informado de ello. Y éste a Aznar de haber desoído su oferta de paz en enero.
Fue la última vez que se reunieron. En diciembre del año pasado, estaba previsto un encuentro que Aznar anuló al filtrar el PNV la reunión a la prensa. Aznar pensó que Arzalluz trataba de capitalizar el acercamiento de presos de ETA que el Gobierno tenía previsto realizar.
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