Quevedo busca otra plaza
La glorieta madrileña donde está la estatua del artista debe su nombre a un molinero del mismo apellido, según un experto
¡Pobre don Francisco de Quevedo! Tanto lance, tanta bravura, tanta osadía en la corte de Madrid, ¿para qué? Un investigador madrileño, Jaime Castillo, asegura tener documentos que prueban que la plaza de Quevedo no debe su nombre al genio literario del siglo XVII, el magno polemista, poeta, arbitrista y espadachín, como la mayor parte de los madrileñistas ha consagrado. A juicio de Castillo, tal denominación se debe a un particular de su mismo apellido, pero de nombre Manuel, alicantino, propietario de una noria en la zona contigua a la glorieta y sin nexo de parentesco alguno con el autor de Los sueños. En el Archivo Histórico de Protocolos consta la propiedad titular del molinero.Según Castillo, de 57 años, hoy jubilado y dedicado en su vida laboral a las relaciones públicas, quien en verdad diera nombre a la glorieta se llamaba Manuel Quevedo y Baño, el dueño de la noria situada en las inmediaciones de la plaza. De esta guisa, asegura, en 1901 y con motivo de la mayoría de edad de Alfonso XIII, la estatua de don Francisco de Quevedo y Villegas, que se hallaba en la plaza de Alonso Martínez, fue trasladada a la glorieta bautizada con el nombre del molinero en la errónea creencia municipal de que correspondía a la de don Francisco. Por cierto, el Ayuntamiento acaba de rehabilitar la glorieta con una peana afontanada sobre la que se yergue la espadada efigie del excelso literato.
"El error data de 1801, año en el que Manuel adquirió un molino cercano a una estafeta de correos ubicada en el hoy barrio de Chamberí". Afamados madrileñistas asociaron el paraje al literato y así quedó para la posteridad. Desde entonces y hasta su hallazgo, según Castillo, casi nadie reparó en el error. Para él, "muchas de las calles de Madrid fueron bautizadas por el pueblo, y, a la postre, las autoridades municipales de turno transformaban sus denominaciones a su antojo, según las conveniencias".
Por su parte, José Miguel Aparisi Laporta, miembro del Instituto de Estudios Madrileños, considerado como máxima autoridad en toponímica, que ha registrado hasta 21.000 topónimos de la ciudad, mantiene un punto de vista diferente. "Sin ánimo de polemizar, no dudo de que anteriormente a 1811 ese paraje se denominara así por el nombre de Manuel Quevedo, como consta en el Archivo de Protocolos. Sin embargo", señala Aparisi, "cuando la Comisión 5ª de Estadística, que decidió sobre la nomenclatura municipal oficial entre 1835 y 1950, hizo el primer listado de calles y plazas de Madrid, ya le asignó la plaza al literato". Aparisi destaca que, a la sazón, muchos nombres populares desaparecieron. "Unos por repetidos, y otros, como las calles de Rompepiernas y Arrastraculos, por malsonantes", bromea.
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