El adversario, según Bush Jr.

Estados Unidos ha necesitado siempre tener un enemigo. Samuel Huntington y otros lo han explicado con brillantez en más de una ocasión: el estar contra algo o alguien le ha servido a ese país para organizar su política exterior, e incluso interior. En tiempos fueron los ingleses, luego los españoles, y en la primera mitad de siglo los alemanes y luego los soviéticos. Con el fin de la guerra fría, Estados Unidos se había quedado sin enemigo. El sucedáneo del islamismo no dio resultado. George Bush Jr. acaba de encontrar uno nuevo, al menos como adversario: China.Es importante seguir lo que va diciendo en este terreno Bush, gobernador de Tejas, pues puede ser el candidato republicano a las presidenciales del 2000 y ganarlas. Por vez primera ha esbozado una visión general de lo que sería su política exterior. Pese a que desconozca los nombres de los dirigentes de Chechenia, India o Pakistán, o haya llamado a los griegos "grecios", hay un elemento positivo en su orientación: la crítica al aislacionismo rampante en su propio Partido Republicano, que mejor cabría calificar de provincianismo. Sin embargo, el riesgo -el peligro incluso- no reside tanto en el aislacionismo como en el unilateralismo, es decir, en que EEUU quiera actuar libremente, sin ataduras en el terreno comercial, en el militar o en el jurídico-internacional.

El pacto alcanzado entre los republicanos del Congreso y Clinton para que EE UU pague lo que debe a la ONU y para que libere fondos del FMI supone al menos un alivio, aunque Clinton haya tenido que aceptar como condicionantes la reducción de la contribución de su país a la ONU y el compromiso de que esos fondos no se destinarán a programas de planificación familiar o que favorezcan el aborto.

Bush ha declarado que no volverá a someter a ratificación por el Congreso el tratado de prohibición total de las pruebas nucleares, un gesto irresponsable que puede favorecer la proliferación de estas armas, cuestión sobre la que la Administración de Clinton intentaba un acercamiento a China.

Pero es China la que ahora se sitúa en el ojo del huracán americano. Esa China que ha dado pasos importantes, aunque aún le quede mucho camino que recorrer en el terreno de las libertades y derechos humanos. Esa China contra la que se está generando un mal ambiente en EE UU porque, más allá de toda una serie de consideraciones más artificiales, actualmente es quizá la potencia más autónoma de EEUU en el planeta. Washington ve, como señala el Pentágono, que para el 2020 será una potencia nacional cabal cuyo peso económico puede haber superado al estadounidense, cuestionando el actual status de hiperpotencia de Estados Unidos. Además, como para alimentar este fuego, en los últimos tiempos mandos y analistas chinos han estado haciendo comentarios poco tranquilizadores sobre su poderío militar y de su posible uso.

Clinton había elegido con China no la vía de la contención o el aislamiento, sino la de un engarce constructivo para hacer participar a China en unas relaciones internacionales estables y civilizadas -lo que reduciría su autonomía-, que ha tenido un resultado en el acuerdo entre la Administración y Pekín para su ingreso en la Organización Mundial del Comercio. ¿Llegará a ratificarlo el Congreso?

Frente a este acercamiento estratégico, Bush plantea un alejamiento. Rechaza para China el calificativo de "socio estratégico" y prefiere describirla como "competidor estratégico". El horizonte que dibuja Bush -justo días después de que China lanzara un cohete habitable al espacio- lleva a pensar en una especie de guerra fría con China, sólo que, probablemente, sin ideología interpuesta, lo cual llevaría a una situación aún más peligrosa. Especialmente si se vuelve a entrar en una nueva espiral de gastos armamentistas como la que se propone Bush y en la que también ha entrado ya la Administración Clinton. De algo no hay duda. Estén quienes estén en la Casa Blanca y en el Congreso en los próximos años, van a tener dificultades para adaptarse a un mundo que puede ser menos unipolar.