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Chechenia y la batalla por la presidencia en Rusia condicionan las legislativas de diciembre

Rusia se encuentra ya en plena campaña para las elecciones legislativas del próximo 19 de diciembre, pero la atención pública está centrada, de manera casi obsesiva, en la guerra de Chechenia. Ese conflicto y la lucha abierta por la presidencia (que no se decidirá en las urnas hasta junio) condicionan la batalla por la Duma. El Parlamento ha sido relegado a un segundo plano a causa de la prepotencia con la que el presidente Borís Yeltsin ejerce el poder máximo, el reparto desigual de poderes que consagra la Constitución y la inoperancia de los propios diputados.

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La denominada "operación antiterrorista" en el Cáucaso ha convertido al primer ministro, Vladímir Putin, que ayer cumplió 100 días en el cargo, en favorito indiscutible para suceder a Yeltsin en el Kremlin, aunque falta por ver si los celos del presidente y las intrigas de la corte le mantienen o no el tiempo suficiente allá arriba. Pesos pesados como el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, o el exprimer ministro Yevgueni Primakov están siendo aplastados por el juego sucio y el efecto apisonadora de las acciones militares en Chechenia. Sin haber hecho nada para mejorar la maltrecha economía, Putin dobla con creces en intención de voto para las presidenciales al comunista Guennadi Ziugánov y triplica la de Primakov, el más popular de sus predecesores.

Esa realidad se refleja en la cancha de las legislativas. El resultado se presenta incierto. Aunque es evidente que existe un partido del poder (sin duda el más fuerte), no se encuentra estructurado como tal y no se presenta a las elecciones. Ese partido tiene la vista puesta en las presidenciales de junio, cuando el poder real estará en juego, y su máximo interés ahora es impedir que se refuerzen los rivales en la disputa del Kremlin.

El enemigo a batir es, todavía, la coalición Patria-Toda Rusia, a cuya cabeza están Primakov y Luzhkov. Hace apenas unas semanas, este conglomerado que se mueve por las aguas del centro izquierda y el nacionalismo y que aglutina a influyentes líderes regionales, parecía capaz de superar al único partido que merece ese nombre en Rusia: el comunista. Desde entonces, sin embargo, ha ido perdiendo fuelle, de forma paralela al deterioro de la imagen de sus dos principales líderes, forjado en el yunque de la lucha sin cuartel emprendida contra ellos por los medios de comunicación estatales o controlados por el intrigante magnate Borís Berezovski.

Las últimas encuestas sitúan como favoritos a los comunistas (con poco más del 23% de intención de voto), seguidos de Patria-Toda Rusia (15%), los liberales de Yabloko (9%) y, con expectativas similares, a Medved (Unidad), una invención del Kremlin que lidera Serguéi Shoigú, ministro para las Situaciones de Emergencia.

Rondando el 5% necesario para obtener representación, pero con fuertes posibilidades de lograrlo, queda la Unión de Fuerzas Derechistas, del ex primer ministro reformista Serguéi Kiriyenko y el exvicejefe de Gobierno Borís Nemtsov. Más atrás aún, al borde de la derrota sin paliativos, se hallan los ultranacionalistas de Vladímir Zhirinovski (3,7%) y el partido que, con Víktor Chernomirdin al frente, jugó hace cuatro años el papel de partido del poder: Nuestra Casa es Rusia (2%).

Tras más de 70 años de comunismo y partido único, los rusos no han consolidado en los ocho años de azarosa transición a la democracia ningún apego a fuerzas políticas concretas, con la señalada excepción de los comunistas y, con muchas reservas, de los liberales de Grigori Yavlinski.

Ninguna otra fuerza tiene garantizada su existencia de aquí a un par de años, ya sea por falta de organización, de medios, de ideología o de un proyecto político claro. No es muy probable que la situación cambie si no se altera la desproporcionada relación de fuerzas entre el Parlamento y el presidente.

Según el influyente diario Kommersant, cuya imparcialidad ha quedado en entredicho tras pasar a manos de Berezovski, en la reunión que Putin mantuvo recientemente con Luzhkov y Primakov, éstos plantearon su disposición a apoyar para las presidenciales a Putin como candidato de "todas las fuerzas constructivas", a cambio de su respaldo en las legislativas a Patria-Toda Rusia. Hace pocos meses, Primakov y Luzhkov aspiraban a todo el poder, el legislativo y el ejecutivo, y ya andaban echando cuentas de cómo se lo iban a repartir.

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