Poeta del tiempo
Como Ensayo de una despedida ha titulado Brines las sucesivas recopilaciones de su poesía. Enunciado sintomático, casi un emblema, que da cuenta de la identidad elegiaca de esta obra. Poeta del tiempo -el tiempo que huye, según el topos antiquísimo-, Brines es, a la vez, como todos los verdaderos elegiacos, el cantor de la intensidad vital, de la plenitud del mundo, cuyo prodigio se ha desvanecido o corre el riesgo de desvanecerse. El título de su libro inicial, Las brasas, es sintomático: se extingue el fuego de lo que fue, de lo que ha sido. De ahí el relieve que cobra el tema amoroso, donde la fugacidad del tiempo encuentra expresión privilegiada.Un modelo muy claro opera sobre el autor: la poesía de Cernuda, de donde además toma la perspectiva moral, todo lo que de lección encierra el decurso de los seres y las cosas. Y esto es así incluso cuando la voz del poeta se torna más conscientemente especulativa, como sucede en Materia narrativa inexacta (que primero se llamó El santo inocente), Insistencias en Luzbel e incluso en la veta satírica de Aún no. No obstante, el poeta más decantado se encuentra a mi juicio en el cultivo puro del estro elegiaco, y no deja de ser revelador que los dos libros más recientes del autor (El otoño de las rosas y La última costa) se hayan inclinado resueltamente por aquél.
Naturaleza visual
Brines ha destacado alguna vez la naturaleza primordialmente visual de su imaginación. De esta configuración plástica deriva el mayor atractivo de su poesía, que se reconoce a sí misma en especial cuando habla de la luz, los olivos, los pinos, los naranjos, el mar, la epifanía de los cuerpos jóvenes, y transita, en cambio, con más dificultad cuando pisa otros caminos. Henos, pues, ante un poeta mediterráneo, vinculado a paisajes y elementos muy precisos, inmediatos o míticos: el universo grecolatino comparece a menudo en sus versos. Lo mediterráneo es su ámbito, su acuñado territorio, en el que el autor es solidario con una de las más nobles y añejas tradiciones de la lírica europea, que ha tenido rebrotes notables en nuestro siglo; baste citar a Cavafis, nombre también pertinente para entender al autor.El paganismo de Brines, que es, a su vez, estoico -por la serena aceptación de la fatalidad inherente al vivir mismo-, viene también, aunque no únicamente, de Cernuda. Por eso quizá su libro más redondo sea Palabras a la oscuridad, donde los temas del tiempo, el amor, la plenitud del mundo, de la naturaleza y de las criaturas y el insistente temor a su acabamiento se abrazan en concentrada síntesis. La palabra de Brines se presenta siempre elaborada, depurada, trabajada hasta producir una lengua poética exquisita, elegante sin ser preciosista, musical sin incurrir en manierismos pero con música ensordecida, en la que el ritmo sirve al pensamiento poético y no a la inversa.
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