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El encargado de eliminar las armas de la política

El sereno general canadiense John de Chastelain ha pasado a ocupar el centro de toda la atención en el proceso de paz de Irlanda del Norte, porque es el hombre encargado de eliminar las armas de la política.De Chastelain, jefe de la comisión independiente de desarme de la provincia británica, va a desempeñar un papel fundamental como vínculo con los grupos guerrilleros y el posible abandono de las armas que han utilizado durante 30 años de lucha partidista.

El papel fundamental de De Chastelain en el proceso de paz quedó aún más claro cuando el Ejército Republicano irlandés (IRA) anunció que estaba dispuesto a nombrar a un intermediario para que se reuniera con él con el fin de hablar de desarme.Hace más de un año que De Chastelain tantea a las guerrillas y a sus aliados políticos desde un despacho situado en una avenida residencial del este de Belfast.

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El antiguo jefe militar supremo de Canadá (nacido en 1937 en Bucarest, Rumania, de padres británico-estadounidenses) posee un linaje que rezuma deber cívico en momentos de emergencia nacional.

Su padre, que llegó a ser teniente coronel en el intrépido mando de operaciones especiales británico, fue capturado detrás de las líneas enemigas durante la IIGuerra Mundial. Su madre trabajó durante la guerra con el M-16, el servicio británico de contraespionaje.

Hombre de pocas palabras, este soldado convertido en diplomático se enfrenta ahora a una de sus misiones más difíciles. Hasta la fecha, sólo la Fuerza Voluntaria Unionista (el lado más extremista del militarismo protestante) ha entregado un alijo de armas. El arsenal, de una docena aproximada de unidades, había servido para eliminar a nacionalistas católicos irlandeses. Bajo la supervisión de De Chastelain y ante las cámaras de televisión, unas sierras mecánicas convirtieron las armas en fragmentos sin poder letal.

Es uno de los "tres hombres justos" cuya mediación contribuyó a lograr el acuerdo de paz del Viernes Santo el 10 de abril de 1998, un paso hacia el final de un conflicto en el que han muerto más de 3.600 personas a lo largo de tres decenios.

Junto al antiguo senador estadounidense George Mitchell y el exprimer ministro finlandés Harri Holkeri, mereció los elogios de la comunidad internacional por presidir conjuntamente las conversaciones que consolidaron el pacto después del alto el fuego.

Sin embargo, una chapucera misión canadiense a Somalia en 1992-1993, en la que los soldados del cuerpo de pacificación dispararon por la espalda a dos somalíes desarmados y mataron a uno de ellos, además de torturar a un adolescente hasta la muerte, empañaron su carrera.

Durante el largo periodo que precedió a la fecha fijada para que concluyeran las conversaciones de Irlanda del Norte, varios amigos del general dijeron que éste se sentía "optimista" sobre la perspectiva de un posible desarme por parte de todos los grupos y estaba convencido de que tanto los republicanos como los unionistas con los que trataba deseaban terminar con la violencia.

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