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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Hábitos mentales desfasados

La guerra fría no ha terminado. Por mucho que presuma de racional, el hombre sigue siendo un animal de tozudas costumbres. Algunas son bastante inocuas, como la del pueblo holandés que continuaba inclinándose ante un muro de una iglesia..., donde se ha descubierto una pintura de la Virgen, cubierta cuando la Reforma, hace quinientos años. Otras, muy perjudiciales, como el seguir pariendo muchos hijos cuando ya no mueren en corta edad la mitad, como antes, lo que ha provocado, primero en Occidente y después en todo el mundo, la explosión poblacional, nuestro peor mal actual, en opinión de la mayoría de los expertos; explosión poblacional que nos ha llevado también -la frase es de Einstein- a la explosión atómica... y a muchas otras, como la aún actual y tan dañina guerra fría.Recordemos que en su célebre Las consecuencias de la paz, J.M. Keynes subrayó que la paz sólo sería posible si se reconstruía la economía de la vencida Alemania, en vez de arruinarla más aún, según pretendían un "ciego, sordo" presidente Wilson y un xenófobo Clemenceau; pero la prevalente costumbre de seguir la guerra por otros medios empujó a la desesperada Alemania al nazismo y a otra guerra mundial aún peor. Sólo se impuso la sensatez tras 1945, ayudando con el Plan Marshall a los países vencidos.

Mostrando el predominio de la costumbre -"el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra"-, Occidente sigue pensando en términos de guerra fría, de hundir al ex enemigo ruso ("soviético", se les escapa aún al hablar a algunos, nos recuerda F. Veiga). Y se sigue contribuyendo de muchos modos a la ruina actual de Rusia, hasta lo que los analistas más serios titulan ya su "descomposición", "estado comatoso", "caos", en que florecen la más fuerte y extendida corrupción, las mafias, asesinatos, terrorismo, etcétera.

Es una escalada insensata de lo que al menos constituye una pretendida indiferencia activa ante una situación que ya está afectando política, económica y hasta ecológica y epidemiológicamente al mundo entero. Se ha llegado incluso a una suicida indiferencia militar ante la guerra rusa contra Chechenia; guerra especialmente agresiva y desproporcionada, que ya ha causado más muertos que la de Kosovo y que puede provocar la restauración de una dictadura en Moscú. Sin embargo, en Occidente unos piensan todavía con los antiguos esquemas de las antiguas esferas de influencia y de no injerencia; otros mantienen el tabú izquierdista de ignorar los genocidios de una ayer progre y hoy pobre Rusia. Si unos y otros no reaccionamos ni siquiera ahora contra esos hoy tan desfasados hábitos mentales, muy pronto tendremos que pagarlo todos muy caro.- . .

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