Yeltsin mantiene su ofensiva en Chechenia, pese a los compromisos asumidos con la OSCE
Si los líderes occidentales pensaban que Rusia iba a detener su ofensiva en Chechenia, aceptar una mediación internacional y emprender negociaciones para alcanzar una solución pacífica al conflicto, se equivocaron de plano. Pese a las presiones ejercidas sobre Borís Yeltsin en la cumbre de la OSCE de Estambul, y a la firma de un ambiguo compromiso que da alguna cancha a la organización que vela por la seguridad en Europa, el Ejército proseguía ayer con su "ofensiva antiterrorista". Todo indicaba que se rechazará cualquier injerencia en lo que se sigue considerando un asunto interno.
Yeltsin tuvo que escuchar en Estambul críticas humillantes al uso desproporcionado de la fuerza, pero respondió con oídos sordos y gestos de irritación que culminaron con su regreso casi abrupto a Moscú. Atrás dejó a su ministro de Exteriores, Ígor Ivanov, que aceptó el principio teórico de que es necesaria una solución política e invitó a una delegación de la OSCE a visitar Chechenia, pero sin compromiso formal de hacer callar las armas o negociar con el régimen de Aslán Masjádov.Yeltsin se sentó en el banquillo, y tuvo que soportar que ejercieran de fiscales incluso líderes de repúblicas que hasta hace apenas ocho años formaban parte de la URSS y, por ello, estaban sometidas a Moscú. Ese aislamiento de Rusia, 53 contra 1, no le hizo cambiar de posición.
Sabe que, a un mes de las elecciones legislativas y a seis de las presidenciales, la guerra de Chechenia es tremendamente popular en Rusia y que, gracias a ella, el primer ministro y por ahora delfín, Vladímir Putin, se ha convertido, en apenas tres meses, en el más sólido aspirante a tomar el relevo en el Kremlin. La última encuesta le sitúa con una esperanza de voto del 41%, muy por delante del exprimer ministro Yevgueni Primakov y del líder comunista, Guennadi Ziugánov. Cuando llegó, los sondeos le daban apenas el 1%.
Ayer mismo, el ministro del Interior, Vladímir Rushailo, dejaba claros los límites de las concesiones hechas en Estambul al declarar que "no hay ninguna necesidad de mediación" de la OSCE, y que la "línea dura" de Yeltsin "ha reforzado la moral" de las tropas. "No habrá retirada", concluyó. "La operación en Chechenia está progresando conforme al plan diseñado, y no hemos recibido ninguna orden nueva".
Tampoco hay tregua. Los bombardeos de la aviación y la artillería y el avance por tierra prosiguieron durante los dos días de la cumbre. Es más, de hacer caso a las informaciones facilitadas por los militares, en estos días se han conquistado varios puntos importantes, como Atchkoi Martán. Ayer mismo, los aviones rusos realizaron 60 operaciones de ataque, destruyendo arsenales de armas e infraestructura usada por los combatientes chechenos, según la agencia Interfax. Unos 150 guerrilleros murieron en 24 horas en los ataques al suroeste de Grozni.
50% bajo control
Los rusos, que ya ocuparon la segunda ciudad de Chechenia, Gudermés, dicen controlar el 50% del territorio y, como preludio a la ofensiva final sobre Grozni, tienen como objetivo prioritario la toma de la tercera, Urús Martán, un feudo de los rebeldes wahabíes y nido de secuestradores que la aviación ha castigado con dureza.La ofensiva está liquidando el lucrativo negocio del secuestro, una de las principales industrias de Chechenia. Hay un goteo de liberaciones, aunque siguen en paradero desconocido la mayoría de los al menos 500 retenidos, entre ellos varios extranjeros y numerosos soldados rusos.
El desarrollo de la cumbre de Estambul ha cortado en seco los rumores que atribuían a Yeltsin el deseo de ceder a la presión occidental deteniendo la ofensiva y abriendo negociaciones, mientras que el alto mando militar amenazaba con poco menos que un golpe de Estado si no se le permitía vengar la humillación sufrida en la guerra que terminó en agosto de 1996. Si los rumores tenían fundamento, el presidente ruso ha cambiado de posición y se ha sumado a la corriente predominante, que pide machacar a los independentistas.
La guerra es tremendamente popular: la apoyan dos tercios de los rusos. La gente acepta sin rechistar la versión oficial sobre la cadena de atentados de septiembre, que atribuye a los independentistas. Sumida en una crisis económica bestial, con más del 30% de la población por debajo del límite de la pobreza, Rusia sueña aún con ser una gran potencia que no puede rendirse ante el desafío de un grupo de criminales.
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