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CUMBRE DE LA OSCE EN ESTAMBUL

La voluntad de los Estados determinará la eficacia de la Declaración de Estambul

La Carta Europea, el Documento de Viena para la Creación de Medidas de Confianza y, finalmente, el más actual de todos los largos compromisos más o menos explícitos firmados en la reunión de la OSCE, están en la Declaración de la Cumbre de Estambul. Sobre el papel, una de las principales características de este documento es que abre la puerta a la intervención de la OSCE en los conflictos y problemas internos de los Estados miembros de la organización. Otra cosa será llevarlo a la práctica.

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Las reuniones multilaterales siempre producen algunos textos anodinos, muchos destinados tan sólo para el consumo interno de algunos de los países implicados y sin que mediara la mínima voluntad de aplicar con rigor los términos formulados. Es lo que tantas veces ha llevado a la pérdida de credibilidad de estos foros.La Declaración de Estambul de la Cumbre de la OSCE, al igual que la Carta de Seguridad Europea, firmada también ayer por los representantes de los 54 Estados participantes, no es una excepción. Muchos son los Estados que firman condiciones que no quieren o no pueden cumplir. Pero igual que la Carta de la Seguridad Europea establece el amplio compromiso político y moral de los Estados firmantes en hacer frente a las amenazas que se ciernen sobre Estados, sociedades, minorías e individuos, la Declaración de Estambul hace un recorrido por los grandes retos que tiene la seguridad europea.El paseo por las preocupaciones comienza con Kosovo y continúa por Yugoslavia, donde se reclama, sin citarla, una democracia que acabe con Slobodan Milosevic y el desastre que supone para sus compatriotas. Se agradece a Macedonia y a Albania que no cayeran en la misma senda. Se ratifica la fe en una Bosnia-Herzegovina multiétnica y se exige a Croacia una nueva era de democracia real y no etnicista. Pero se habla también mucho del Cáucaso. De Georgia, de Armenia y de Azerbaiyán. También de Moldavia y Trandsniéster, y de las preocupaciones en Asia Central. La OSCE ocupa ya un inmenso territorio y sus problemas son ingentes. Su capacidad, por el contrario, es limitada. Pero en el umbral del siglo XXI sólo pensar en que no existiera sería motivo de más preocupación casi que sus retos continuos.

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