Campañas humanitarias como servicio posventa de la intervención militar
El devenir de los últimos acontecimientos históricos no es muy halagüeño para la actividad de las organizaciones no gubernamentales dedicadas a las campañas de ayuda humanitaria. Según explicó ayer Venancio Cermeño, secretario de Médicos Sin Fronteras (MSF) en España, uno de los problemas con los que ahora se encuentra la ONG a pie de campo de refugiados es la apropiación indebida del concepto humanitario, es decir, "la utilización por campos ajenos a la movilización cívica, como el diplomático, el político o el militar, de la etiqueta, el logotipo o el concepto humanitario". Y el ejemplo más claro fue la intervención internacional en Kosovo. A raíz de aquel trágico episodio, y de seguir la tendencia, según Cermeño, "podremos asistir a guerras humanitarias, bombas humanitarias, etcétera, etcétera".En cierta forma, explicó, es como si el primer mundo destruye un país pobre y luego, como servicio posventa, envía a su voluntariado cívico a poner tiritas. Y éste es el principal motivo por el que, por ejemplo, MSF rechazó los 60 millones de pesetas que el Consell ofrecía para su campaña en Kosovo. La organización dio las gracias a la Generalitat, pero entendía que para mantener su independencia no podía recibir dinero de una institución pública que, por medio del Gobierno español, participaba en el conflicto alineada en una de las partes.
Esta paradoja y otros problemas quedan analizados en el libro Los desafíos de la ayuda humanitaria, elaborado por el Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe de la Universidad de Deusto, el Centro de Investigación para la Paz y MSF, que ayer presentó la ONG en Valencia.
Durante la presentación del libro, MSF quiso recordar que con el Nobel de la Paz que les ha sido concedido también se premia a 10.000 valencianos.
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