Las Fallas resisten en Paiporta, la zona cero de la dana: “Es un momento para dejar el barro atrás”
Algunas localidades solo han podido ‘plantar’ un monumento ante las grandes pérdidas que han sufrido por la riada los locales de celebración de estas populares fiestas valencianas y los talleres de los artistas falleros

Paiporta no puede olvidar que han llegado las fallas. Se lo recuerda un monumento en el centro del municipio que emerge desde la tierra: unas grandes manos que sostienen una llama de madera, y que están custodiadas por cuatro figuras humanas con lodo hasta las rodillas. A las 10 de la mañana de este viernes, grupos de vecinos se acercaban visiblemente emocionados a fotografiarse, a observar, a leer de cerca los carteles con leyendas en valenciano. “El infierno llegó como tormenta a nuestra tierra por la acción de un vil gobierno del cual se tiene que hacer protesta”, reza el manifiesto.
“Es una falla muy acertada”, señala Carmen Aracil, vecina de la zona, sobre el monumento donado por Convento Jerusalén, una de las fallas más populares de la cercana ciudad de Valencia, epicentro de las fiestas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, que se celebran del 15 al 19 de marzo y atraen a centenares de miles de personas. “Por el mensaje y porque rinde tributo a los voluntarios, sin embargo, no se siente como otros años, aquí en el pueblo tenemos muchas necesidades por cubrir”, agrega sin apartar la vista del monumento.
Paiporta fue la población donde se registraron más muertos en las inundaciones (45) del pasado 29 de octubre. Al igual que otras 70 localidades afectadas por la dana, sigue recuperándose del peor desastre natural de su historia, y darle un espacio a la fiesta más esperada por los valencianos ha sido un desafío.
La mayoría de casales, que son los espacios urbanos donde los vecinos se juntan a celebrar, sufrieron pérdidas materiales. “Tardaremos hasta tres años en recuperarlo todo”, comparte Héctor Martínez, portavoz de los grupos falleros de Paiporta, quien expone que muchas familias dejaron de pagar su contribución mensual para la falla tras la catástrofe, lo que desequilibró el presupuesto de las agrupaciones. En consecuencia, cinco de las seis organizaciones de Paiporta cancelaron la elaboración de la falla, normalmente a cargo de un taller externo. “En su lugar, los más pequeños harán sus propias fallas con cartón y papel y las quemaremos el 19 de marzo, como se hacía en la antigüedad”, expone Martínez. En Paiporta, cerca de 3.000 habitantes, el 11% del padrón, pertenecen a una falla, según datos de la Junta fallera local. En Valencia, epicentro de las fiestas, hay 350 comisiones falleras.
Los talleres que elaboran los ninots (muñecos) tampoco se salvaron de la riada. La dana golpeó a 21 naves en 15 poblaciones de L’Horta Sud, la Foia de Bunyol, el Camp del Túria, la Ribera Alta y la Ribera, según datos de la Junta fallera. Lo que obligó a los maestros artesanos a cancelar pedidos en curso. La falla Convento de Jerusalén en Valencia propuso recaudar fondos para donar a las zonas afectadas un monumento festivo. El 2 de marzo, la falla Som (”Somos”, en castellano) aterrizó en Paiporta. Los artistas que la elaboraron esclarecen que las figuras cubiertas de lodo reflejan el esfuerzo de los voluntarios por reconstruir los pueblos arrasados.
No muy lejos de este monumento, Arturo Sanjuán, de 51 años, vigila la calle Jaume I. Espera que los vecinos se animen a comprar los churros y buñuelos que vende únicamente por Fallas en un parque céntrico de Paiporta. Es el único puesto de este tipo que ha abierto en el pueblo durante las celebraciones. “Después de la dana pensamos que no volveríamos, pero aquí estamos”, expresa Sanjuán, quien desea que, de alguna forma, la fiesta invite a los vecinos a olvidarse de lo ocurrido. Por eso ha vuelto a abrir la churrería. “En Navidad logramos desconectar, esta vez queremos lo mismo”, comparte antes de atender a unos clientes. Desconectar, pese a todo, es un acto complicado cuando el pueblo mantiene varios frentes abiertos. No se escucha el sonido de los petardos, ni se percibe el olor a pólvora que inunda las calles de Valencia durante estos días.
Una gran parte de los vecinos continúa sumida en reparar los negocios, extraer el lodo acumulado de los últimos garajes y limpiar las fachadas donde aún es visible el nivel que alcanzó el lodo hace seis meses. Propietarios de negocios como Francisco Pedreña, peluquero de la zona, comentan que hace poco han tenido que lidiar con fugas de agua lodosa en los primeros pisos y otros están a la espera de que lleguen las ayudas prometidas por el Gobierno. Además, la mayoría de ascensores siguen sin funcionar y la falta de garajes ha provocado una crisis con los estacionamientos públicos. “Ahora con las carpas falleras se ha puesto peor”, responde Aracil, de 60 años, quien cuenta que muchas veces tienen que caminar hasta un kilómetro para llegar a casa.
A todo esto se suma “la neurosis” que provoca levantar la cabeza y sentir que el capítulo de la dana se puede repetir en algún momento, como señala Aracil. La provincia ha sufrido lluvias desde inicios de mes y se espera más precipitaciones durante los últimos días de fallas. En Valencia suspendieron las clases durante cuatro días a inicios de marzo, como medida de precaución.
Volver a empezar con la Cremá
Pese a todo, hay algunos vecinos que no han querido tirar la toalla y han conseguido levantar una falla en un extremo del pueblo. Es el caso de la falla Jaume I. Su presidente, Raúl Pérez, cuenta que han renunciado a la orquesta contratada y han disminuido el número de eventos para poder permitirse el monumento, que algunos años ha llegado a costar hasta 30.000 euros. “El poder sacarlo es un motivo especial, es un momento para pasar página y dejar el barro atrás”. En esta línea, Aracil, vecina de la zona, considera que las Fallas también se presentan como una oportunidad de volver a empezar. “La Cremá simboliza quemar lo viejo y aceptar lo nuevo”, comenta esta vecina, quien lleva cinco décadas habitando el pueblo. Cuenta que en su edificio murió un vecino en el garaje debido a la fuerza con la que entró el agua.
Trini Estanislao, de 52 años, también ha llegado a ver la falla de Paiporta. “La dana me pilló en el coche, tuve que dejarlo en media carretera y cuando llegué al pueblo pensé que todos estaban muertos”, resume visiblemente emocionada. También lamenta la lentitud de algunos servicios básicos. “La entrega de bonos de transporte gratuitos ha sido lenta, hay pocos operarios para atender muchas peticiones”, expone. Aunque si hay un sentimiento que supera a la tristeza, es el de la rabia. La mayoría de vecinos consultados considera que una alerta a tiempo hubiese salvado muchas vidas y apuntan directamente al presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, del PP, como responsable. “Hemos tenido a un pésimo gestor”, señala Aracil. “Y encima un gestor que no deja de hablar y de mentir”, zanja.

Las críticas a la gestión no solo están plasmadas en la falla de Paiporta o en los comentarios de los vecinos. En Valencia, en la exposición de ninots en la Ciudad de las Artes y Ciencias se ha llenado de pequeñas figuras que cuentan historias donde hay un solo culpable, el president. Las fallas expuestas recrean a ciudadanos siendo arrastrados por la corriente junto a imágenes del político popular y hasta facturas del Ventorro, el restaurante donde comió Mazón con una periodista para ofrecerle la dirección de la televisión autonómica, según la versión oficial, el día en que murieron 228 personas por la riada. Actualmente, una jueza en Catarroja (Valencia) investiga la responsabilidad de la Administración durante la catástrofe.
Cada vez hay más familias interesadas en pertenecer a una falla, cuenta Pérez, presidente de la falla Jaume I. “Muchas personas se han quedado sin nada y quieren empezar reconstruyendo sus lazos con el pueblo”, resume Pérez. La sensación de solidaridad no es única. Aracil también cree que el pueblo se ha unido más, que la convivencia ha mejorado. “Nos juntamos todos para limpiar el pueblo y nos ha dado la oportunidad de conocernos”. Estanislao, por su parte, cree que Paiporta ya vivió sus fallas el 29 de octubre: “Ese día comenzó la reconstrucción de este pueblo que se levanta de sus cenizas”.
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