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Frank Zimmermann cree que tocar a Beethoven es un ejercicio de suspense

El violinista incluye las 10 sonatas del compositor en tres conciertos en el Auditorio Nacional

"Con Beethoven no hay soluciones perfectas. Está lleno de ideas, de detalles, cambia mucho, y tocarlo es siempre un ejercicio de suspense. Eso es lo maravilloso". Eso dice el violinista alemán Frank Peter Zimmermann, gran especialista en la música de Beethoven, que se va a enfrentar, desde esta noche en el Auditorio Nacional, a un reto fascinante: tocar la integral de las 10sonatas para violín y piano del genial compositor. Con él estará otro joven peso pesado de la clásica, con el que Zimmermann forma "una sociedad perfecta": el pianista Christian Zacharias.

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Amante del vino de Rioja y de la comida mediterránea, centroeuropeo de ojos fríos y espíritu apasionado, niño prodigio que proyecta hacer de su hijo otro virtuoso (ensayan juntos como si tal cosa, y el pequeño sólo tiene 5 años, la edad a la que él empezó a tocar), Frank Peter Zimmermann (Duisburgo, 1965) es un asiduo visitante de España. En el mes de octubre tocó a Brahms en seis ciudades; en agosto hizo varios festivales veraniegos con programas beethovenianos, y ahora vuelve con las pilas cargadas y el ánimo alto para acometer una empresa "muy demandante y muy agotadora", pero también "una de las más maravillosas" que ha hecho nunca. En tres noches, completar el ciclo de diez sonatas para violín y piano. Hoy, las cuatro primeras; el día 24, las 5, 6 y 7, y la noche del 27, las 8, 9 y 10.Zimmermann (tocayo pero no familia del pianista del mismo apellido) viene acompañado por otro joven virtuoso, su paisano Zacharias: "Es una suerte tocar con Christian", dice. "Cambiamos ideas, nos ayudamos. Claro que con Beethoven nunca puedes decir que has encontrado la solución ideal, porque es casi imposible tener la sensación de que lo controlas, pero...".

El 'marketing'

Zimmermann no es guapo, no es alto, no va de divo. Cuando se pone a posar para las fotos, toca con tanta pasión (una pieza de Sarasate, "el rey de las manos pequeñas y los dedos veloces"), que se diría que está ensayando para el concierto de su vida. Le sobran tablas y afición, y no es raro: ha tocado con las mejores orquestas (de Viena a Boston, París o Leipzig), los directores más exigentes (Baremboim, Andrew y Colin Davis, Sanderling...) y los solistas más reputados, Rostropóvich incluido. Con EMI, su compañía de siempre, ha grabado casi todo el repertorio básico del violín, en formatos sinfónico y de cámara, y casi sin excepción de escuelas, estilos o épocas: Bach y Berg, Chaikovski y Mozart (de éste, todo el ciclo de sonatas), Sibelius y Dvorak, Debussy y Stravinski..."¿Es demasiado? No sé. Christian y yo no somos de ese tipo de gente que anda desesperada por hacer cosas distintas, por vendernos como la Coca-Cola", afirma. "No hacemos cosas raras, somos muy clásicos, nos limitamos a tocar lo mejor posible la música que nos fascina. Pero, claro, el que prefiera puede ir a ver y a oír a mujeres guapísimas, bien vestidas, con minifalda y todo, 100% dedicadas al producto o, mejor dicho, a vender el producto".

La referencia maliciosa a su colega y compatriota Anne-Sophie Mutter, que por cierto acaba de triunfar en el Auditorio tocando en un mismo programa a Mozart y Penderecki bajo la batuta de André Previn, resulta más bien un grito de socorro. Se diría que Zimmermann sufre hasta la obsesión los rigores de estos tiempos del márketing salvaje, en los que importa más ver que escuchar y más comprar que sentir. "Bueno, es que las cosas son así. Sigue habiendo artistas buenos y honestos con la música, y otros que se limitan a estar en compañías buenas y a vender discos. Los tiempos han cambiado, y ahora un futbolista gana 1.500 veces lo que un músico, y muchos intérpretes sólo se preocupan de aumentar mercado mientras otros tratan de abrir nuevas vías de desarrollo personal: creo que es a esos a los que hay que apoyar".

¿Quizá el arte bueno de verdad sigue siendo sólo para minorías y quizá está bien que sea así? "Es verdad que hay un pequeño grupo de gente que sigue yendo a los teatros a escuchar la música de Bach y de Beethoven; y es verdad también que hay músicos a los que no les importa que el público aplauda al final de cada movimiento, o que hayan pagado un dineral por sus entradas. Pero si alguno de estos se para de verdad a escuchar, igual la cosa va cambiando poco a poco".

Lo que parece cierto es que el público de clásica ha cambiado mucho, "y eso se siente un minuto después de haber empezado a tocar. Aunque yo tengo mucha suerte y todavía encuentro públicos fantásticos. En Chile, por ejemplo, da gusto tocar".

Esta noche espera Beethoven, con sus momentos fáciles y difíciles, cambiante, indomeñable, resbaladizo. "Es terrible, como el retrato de Dorian Gray. Oyes una grabación tuya de una pieza de Beethoven y te gusta. Pero la oyes por segunda vez y ya te gusta menos. Seguramente, nunca nadie estará listo del todo para tocarlo. O quizá haya que esperar a tener 60 años. En fin, lo mejor es tomárselo con mucha calma".

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