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Oro verde

Ginés Donaire

NEGRITASEse mar de olivos que forma parte del paisanaje andaluz una vez salvada la muralla de Despeñaperros ha ido creciendo a lo largo de los años a un ritmo vertiginoso (sólo en Jaén son más de cincuenta millones de árboles). Sin embargo, pocas cosas han cambiado a la hora de definir quién controla el mercado. Las investigaciones del profesor José Remesal han puesto al descubierto la hegemonía del Imperio Romano en cuanto a la distribución y el control fiscal del aceite de oliva. Hoy, con el paso de los siglos, las grandes multinacionales italianas siguen llevando la iniciativa y tirando del carro de un sector que ha permanecido demasiado tiempo mirándose al ombligo. Italianos son también los responsables del Consejo Oleícola Internacional (COI), que en los últimos días ha convertido a Jaén en la capital mundial olivarera de derecho, porque de hecho lo ha sido siempre.Ha sido una buena oportunidad, sin duda, para que Jaén y Andalucía cambien sus tradicionales papeles secundarios por otro estelar dentro del sector. Los argumentos sobran: un tercio de la producción de aceite de oliva de la UE y un cuarto de la mundial sale de Andalucía. Ocurre, sin embargo, que se oro verde al que ayer se refería el presidente Manuel Chaves está todavía infrautilizado, pues resulta difícil entender cómo el aceite de oliva representa sólo el 3% del mercado mundial de las grasas.

Más allá de los objetivos de promoción y aumento de la calidad del aceite, que constituyen la base de la existencia del COI, no estaría nada mal que España empezara a llevar la batuta de este organismo. Sería entonces cuando Italia empezaría a quedar desenmascarada por su práctica habitual de disfrazar al alza su producción. Y se evitaría también oír frases tan poco acertadas como la del director ejecutivo del COI, Fausto Luchetti, al cuestionar la viabilidad del mercado de futuros del aceite, que es el gran reto del sector en Jaén y Andalucía.

Claro que para eso habría que cambiar muchas estructuras que permanecen anquilosadas. Y, sobre todo, habría que despojarse de complejos y aumentar la autoestima del olivarero andaluz, demasiado acostumbrado al victimismo y a verlas venir. Mientras tanto, Jaén seguirá siendo sólo capital honorífica del olivar. Y su alcalde, Miguel Sánchez de Alcázar, podrá seguir reclamando cuantos títulos quiera, pero a la hora del reparto de dividendos habrá que seguir mirando a Italia.

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