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Raymond Carr dice que los nacionalismos en España y Gran Bretaña son victimistas

El hispanista británico ha intervenido en el ciclo de conferencias de la Fundación Santillana

El hispanista británico Raymond Carr cree que hay más similitudes que discrepancias entre españoles y británicos. Entre otras cosas, porque comparten problemas (la sociedad de consumo, la contaminación o los nacionalismos periféricos) y empiezan a compartir posibles soluciones. "En la actualidad Gran Bretaña está imitando a España, dando autonomía al País de Gales y Escocia. Sin embargo, el futuro de esta resolución constitucional es oscuro". Los nacionalismos periféricos en ambos Estados se caracterizan, según dice Carr, por ser aconfesionales y victimistas.

El último premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales, de 80 años, ofreció ayer en Madrid sus Reflexiones sobre el fin de siglo y la ciudadanía en España y Gran Bretaña, en el marco del ciclo de conferencias sobre La Educación que queremos que la Fundación Santillana dedica este otoño a la educación de la ciudadanía. Al acto asistieron el presidente del Grupo PRISA, Jesús de Polanco, y el académico y consejero delegado del Grupo PRISA, Juan Luis Cebrián, entre otras personalidades.El hispanista británico, ligado a España desde que hace 50 años pasara su luna de miel en Torremolinos, cree que los nacionalismos catalán, vasco y escocés tienen en común un fondo de victimismo. A juicio de Carr, ésta es la principal característica del nacionalismo en Escocia, donde se enfatiza el victimismo por carecer de una base lingüística y cultural fuerte "Ahora casi odian a los ingleses y se sienten extranjeros en su propio país", dice el hispanista.

El autor de Visiones de fin de siglo afirma, por otro lado, que los nacionalismos periféricos en España y Gran Bretaña carecen del arraigado componente religioso que, en su opinión, envenena otros movimientos independentistas, como los de Kosovo, Chechenia o Timor.

España sólo ha necesitado algo más de 20 años, los que han pasado desde que inició la transición democrática, para tener los mismos problemas que a Gran Bretaña le han costado siglo y medio de historia, según se desprende del análisis de Carr. Las ciudadanías de ambos países, antípodas a comienzos del siglo XX, están ahora igualadas por las consecuencias de la sociedad de consumo, entre las que Carr destaca la contaminación del medio ambiente, un problema que "no se solucionará con los Estados nacionales, hacen falta organismos internacionales más fuertes". "El fin de siglo es algo artificial, no tiene relación con los acontecimientos históricos", dice Carr en buen español, "pero ofrece a los historiadores un punto de vista artificial desde el cual observar los acontecimientos en un momento determinado".

La España de 1900 era, según cuenta Carr, pobre, agraria, analfabeta en un 60%, e incapaz de financiar su educación primaria. En Gran Bretaña, la educación primaria era universal, obligatoria, gratuita e imprescindible para formar al electorado en un sistema político representativo. A juicio de Carr, el parlamentarismo británico absorbía las tensiones sociales que en España siempre tenían soluciones violentas. "Hoy compartimos los mismos problemas de toda sociedad de consumo, incluida la negativa influencia en la vida social de la prensa amarilla", sentencia Carr.

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