El festejo de la estupidez
Un día antes del comienzo del Mundial de Francia, el célebre periodista argentino Juvenal se encontró con Jorge Valdano en la oficina de prensa de París. Charlaron durante largo rato sobre el fútbol y lo que le rodea. Hombre cultivado, con una reconocidísima carrera en la revista El Gráfico, Juvenal se refirió desde su magisterio a cuestiones del juego y del periodismo. Elogió a Valdano por el gol que marcó en la final de la Copa del Mundo de 1986. "Te perfilaste de tal manera frente a Schumacher que tuviste las dos salidas para elegir: la del regate y la del tiro". Cuando habló del periodismo habló con la misma claridad y sencillez. "El humor es necesario para escribir de fútbol". Bien británico en sus gustos, citó a Wilde y Waugh como referentes en el estilo.Juvenal representa lo mejor de la larga tradición de periodismo deportivo de un país que ha producido a Borocotó para las crónicas, a Víctor Hugo Morales en la narración radiofónica, a Roberto Fontanarrosa y Oswaldo Soriano en los cuentos maestros. Cualquiera que haya sido su posición ideológica con respecto al fútbol, ha sido menos importante que la grandeza de su estilo, la inteligencia de su trabajo y el excelente humor que han destilado. Por desgracia, esa escuela se encuentra en retirada frente a la grosería cómica que invade a una parte sustancial del periodismo deportivo argentino, concretamente a las narraciones televisivas.
En el nombre del humor, se celebran en España los estragantes comentarios de Marcelo Araujo, rey del chiste fácil y del irrespetuoso trato a los jugadores. Su patético gag-un minuto de pucheritos infantiloides- en la lesión de Martín Palermo alcanzó la cumbre del desprecio por los futbolistas. Allí estaba un delantero con los ligamentos rotos, y este Araujo dandóselas de gracioso pueril, a la espera de alguna carcajada cómplice que, por fortuna, no se escuchó.
Cabe un mundo entre la ironía inteligente que proponía Juvenal (o el desternillante humor de Fontanarrosa) y la patochada agresora de Araujo, desgraciadamente convertido en la voz del fútbol argentino. Algo funciona mal cuando este viejo juego cada vez festeja más la estupidez.
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