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Microsoft quiere dilatar el proceso hasta después de las elecciones

La empresa de Bill Gates ha montado un 'lobby' en Washington

El caso Microsoft se ha convertido en un asunto de enorme calado político. A pocos meses de que se acelere la carrera presidencial, Gates ya ha tomado posiciones en Washington DC. Su lobby no descansa y, mientras los demócratas acosan a Gates, los republicanos le cortejan. La estrategia judicial de Gates, cuyo entorno no oculta sus preferencias por George W. Bush, es dilatar el proceso a la espera de un cambio en la Casa Blanca.

Es difícil encontrar una fotografía de Bill Gates junto a Bill Clinton. El empresario más poderoso de Estados Unidos apenas comparte su nombre de pila con el presidente, y eso a pesar de que Clinton dedica buena parte de su tiempo libre a jugar al golf con las caras más influyentes del país. Gates prefiere jugar al golf en su ordenador (con un programa de Microsoft, por supuesto) y, puestos a elegir, disfruta más con la compañía republicana. Con el candidato presidencial George W. Bush en la Casa Blanca, sería más fácil para Gates negociar un acuerdo extrajudicial que ponga fin al caso Microsoft sin romper la compañía, como pretende el equipo demócrata que actúa al frente del Departamento de Justicia.Hace dos años, Microsoft, desde su sede en Seattle, mostraba un desprecio altivo hacia los entresijos de la política que se cuece en la capital del país. Para Microsoft, Washington DC era una especie de reducto analógico que de nada servía en su mundo digital.

'Lobby' en Washington DC

Microsoft sabía que desde hace más de un lustro el Departamento de Justicia seguía de cerca su forma de hacer negocios; sólo cuando esas pesquisas estaban ya en los tribunales descubrió la compañía que en este país, para hacer negocios, también hay que hacer amigos en Washington. No en vano en esta ciudad se acuñó la palabra lobby para definir las presiones y maquinaciones de los grupos interesados en influir en cualquier decisión política.En 1998 Microsoft se gastó 3,74 millones de dólares (unos 600 millones de pesetas) en la construcción de una red de contactos políticos en Washington, según datos facilitados por la propia compañía. El dinero sirvió para alquilar a un ejército de expertos en relaciones públicas que buscaban la simpatía de congresistas y senadores; con esos dólares también se compensan los testimonios favorables a la compañía por parte de académicos e investigadores que dan conferencias y publican artículos en los que se muestran convencidos de que el éxito de Microsoft está basado en la legalidad y genera beneficios tangibles e intangibles para todos los ciudadanos de Estados Unidos. E incluso del resto del mundo, aunque esa parte del planeta interesa aquí menos.

Con la política le ha pasado a Microsoft lo mismo que con Internet: llegó tarde y entró a trompicones. En el caso de la Red, arrebató el liderazgo a Netscape con prácticas que la justicia considera monopolistas y abusivas. Su entrada en política también ha tenido algún que otro episodio de dudosa ética: cuando el juicio ya estaba en marcha, Microsoft usó sus contactos políticos recién creados en el Capitolio para tratar de recortar los fondos que se destinan a la división de Departamento de Justicia encargada de la lucha contra los monopolios. Un alto cargo de ese departamento dijo entonces: "Ni siquiera la mafia intenta cargarse al fiscal durante un juicio".

Después de las implacables aseveraciones hechas por un juez de Washington, Microsoft parece alejarse de un posible acuerdo y se inclina por una opción que mezcla la vía judicial con la política.

Anoche Gates volvió a repetirlo en la junta anual de accionistas: la posibilidad de que se le obligue a separar de Windows los componentes de Internet es "inaceptable". Gates insistió en que el proceso es largo y que la justicia acabará reconociendo que la empresa se ha comportado de forma "justa y tremendamente beneficiosa para millones de ciudadanos".

Donaciones políticas

El analgésico que Microsoft espera es republicano. Microsoft y sus más altos ejecutivos donaron 60.000 dólares (menos de 10 millones de pesetas) al Partido Republicano en 1997. Aquella minucia se convirtió en 470.000 dólares (75 millones de pesetas) un año después.Los directivos de Microsoft han intentado ser conciliadores en sus donaciones, pero no han podido esconder sus preferencias: han donado 29.000 dólares (4,6 millones de dólares) a la campaña presidencial de George W. Bush y sólo 13.250 (2,1 millones de pesetas) para Al Gore, menos de lo que han recibido otros candidatos republicanos y menos incluso de lo que Microsoft ha regalado al otro aspirante demócrata, Bill Bradley. Queda claro que a Microsoft no le importa que a Gore todavía le quede al menos un año en el poder.

Más hechos objetivos: George W. Bush es amigo personal de Bob Herbold, número 3 de Microsoft. Hace unos meses, en una conferencia ante representantes de la industria tecnológica en Arizona, Bush aseguró que si llega a la Casa Blanca su gobierno "siempre se pondrá del lado de la innovación, no del litigio".

Igual que el ex presidente Ronald Reagan se inclinó del lado de IBM en el caso antimonopolio del 91, Bush no esconde sus preferencias por una política menos reguladora y más permisiva con aquellas empresas que sean capaces de empujar la economía del país. Por eso Microsoft cuenta los días que faltan hasta que en enero del 2001 el presidente Bill Clinton y su fiscal general, Janet Reno, dejen la vida política. Si sus herederos fueran republicanos, habría caras amables en la mesa de negociación del caso Microsoft y Gates podría jugar mejor sus cartas.

Hasta entonces, sólo hace falta que los abogados de Microsoft presenten un recurso detrás de otro en instancias superiores y dilaten lo máximo posible el proceso judicial.

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