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CVC

Miquel Alberola

El presidente del Consell Valencià de Cultura, Santiago Grisolía, está hasta el genoma de que algunos de los miembros de esta congregación de talentos no respeten el voto de silencio y vayan a la prensa con los asuntos. Por eso ha amenazado con proponer a la presidencia de las Cortes Valencianas la creación de un código ético y la revocación de todos los consejeros con el objeto de adecentar la institución, aun a costa del reglamento si fuera preciso. Tabla rasa, eso es. Y Grisolía, a salvo de la escabechina administrativa para liderar su nueva época. A propósito del arrebato imperioso de este profesor larguirucho, que hasta ahora había logrado dar el pego de ser incapaz de matar una mosca, algún radical -de sí mismo- como Ferran Belda ha propuesto la disolución del casino, por decirlo al modo de su casi paisano Josep Pla. Dar por amortizado el invento y muy buenas. Lo que supondría echar por la borda un organismo que se ha revelado imprescindible para la vertebración de las dudas de los valencianos -tan rentables editorial y políticamente-, puesto que ha elevado el café para todos a la más polisémica de las epistemologías. Basten como ejemplo de esta factoría de jeroglíficos y acertijos de cuota política los dictámenes sobre la lengua y el Palacio de Congresos del Benacantil, donde la ciencia y la lógica son sustituidas por el nudo marinero, incluso el lío de la madeja, para tratar de satisfacer, en apariencia, a todas las partes en litigio y que todo quede como estaba. Y eso, según se mire, también es un capital artístico. Por no hablar de la vertiente social que suscita el tinglado con dietas, comisiones y ponencias, y la corriente económica que genera en sus agraciados. Eduardo Zaplana debería hacer caso a Grisolía y aprovechar la coyuntura de la revocación para privatizar este organismo sin que perdiese su carácter público, al modo del hospital de La Ribera. Podría dárselo incluso a Adeslas, o a Federico Félix, como las estaciones de la ITV. Incluso a Luis Concepción, sus hijos o quien sea el titular de la cesión onerosa de Inscanner, por no decir Luis Batalla, ya que éste va muy cargado de concesiones.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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