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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Colores y ritmos de España y Rusia

La Sinfónica de San Petersburgo, antigua Orquesta de la Radio de Leningrado, actuó el martes para el Ciclo de la Universidad Complutense. Es tradición que, desde su nacimiento en 1931, la OSSP dedica su mayor atención a la música de su país, actitud que su maestro, Alexandr Dmitriev (Leningrado, 1931), mantiene a lo largo de las giras por el extranjero. Aquí la tenemos de nuevo con obras de Khachaturian y Shostakóvich, a las que seguirán en un segundo programa otras de Rimski, Chaikovski y Rachmaninov.A petición del rector se rindió homenaje a Joaquín Rodrigo, quien, entre otras cosas, fue el primer catedrático de música en la Universidad de nuestro siglo a partir del 5 de febrero de 1948. Rodrigo alcanzó verdadera popularidad entre el alumnado que cada semana acudía al paraninfo de Filosofía y Letras, y, pasados los años, la Complutense hizo a Rodrigo doctor honoris causa. El homenaje de la universidad y los músicos rusos ha tenido carácter simbólico y se concretó en la audición de Dos danzas españolas estrenadas en 1982, creo que con el título de Palillos y panderetas, pensadas y dedicadas para Lucero Tena. Una danza animada y clara ascendencia en la escuela bolera y otras de mayor calidad, más serenas y un punto melancólicas, conforman el díptico aplaudido en esta nueva audición.

Orquesta Sinfónica de S

PetersburgoDirector: S. Dmitriev. Solista: S. Malov, violinista. Obras de Rodrigo, Khachaturian y Shostakóvich. Auditorio Nacional. Madrid, 2 de Noviembre.

Un joven virtuoso del violín, Serguéi Malov, nacido hace 16 años en San Petersburgo, protagonizó el brillantísimo Concierto para violín de Aram Khachaturian (1903-1978). El Concierto, con su feria de ritmos y colores vivos, permitió apreciar el alto virtuosismo del nuevo concertista y sus dotes de comunicativa expresividad.

En la segunda parte, la Sinfónica sanpetersburguesa nos dio lo mejor de sí -potencia sonora, agilidad, cohesión, firmeza rítmica y flexibilidad dinámica-. La Sinfonía en re menor, escrita en 1937, es una "respuesta práctica a una justa crítica"; esto es, la que había dedicado a Shostakóvich el aparato oficial; se advierte en la épica hímnica y directa del final, sobre todo, pero se torna más connatural con el carácter del músico en el tenso adagio sobre el que se alza, inequívocamente, la sombra de Mahler. La versión fue espléndida y mereció prolongados aplausos

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