El avión de EgyptAir cayó en picado sobre el océano Atlántico en tan sólo dos minutos
Los especialistas de Estados Unidos, en los que el presidente egipcio, Hosni Mubarak, ha delegado la tarea, proseguían ayer investigando las causas del accidente sufrido el domingo por un Boeing 767 de EgyptAir, tras despegar del aeropuerto neoyorquino John F.Kennedy. No se descartaba la posibilidad de un acto terrorista, pero primaban las hipótesis de un error humano o un fallo mecánico. La única pista era el rápido descenso detectado por el radar. Cuando volaba a 11.000 metros de altura, el avión cayó hasta los 6.000 metros en sólo 36 segundos. En otro minuto y medio los fragmentos se estrellaron en el océano.
Habiendo aprendido del caso del accidente, también a la salida de Nueva York, de un Boeing 747 de TWA en 1996, las autoridades de EEUU no quieren esta vez dar pábulo a rumores sin fundamento sobre atentados terroristas. Los tres años de investigación del caso de la TWA han concluido con que la principal hipótesis de aquel accidente fue una explosión accidental en el depósito de combustible, provocada por una chispa eléctrica en una atmósfera cargada de vapores sobrecalentados. Boeing, según ha informado The Washington Post, conocía desde los años ochenta la existencia de ese problema en el avión militar E-4B, hermano del Boeing 747, pero sólo informó a las autoridades el pasado junio.En el caso del Boeing 767 de EgyptAir, los especialistas de la Agencia Nacional de Seguridad en el Transporte Aéreo (NSTB) y la Administración de Aviación Civil (FAA) colaboraban ayer con la empresa fabricante en la búsqueda de una posible pauta en los tres accidentes fatales protagonizados por ese aparato esta década: uno de Lauda Air en Tailandia en 1991, otro de Ethiopian Airlines en Comores, en 1996, y el de EgyptAir.
Un avión Falcon, tres helicópteros, nueve guardacostas y un buque de guerra proseguía ayer la búsqueda de cadáveres y fragmentos del aparato en aguas del Atlántico, a unas 60 millas de las costas de Massachusetts. Anoche se descartaba la posibilidad de encontrar algún superviviente de las 217 personas que viajaban en el avión, entre ellas 32 altos oficiales del Ejército egipcio y 22 ciudadanos canadienses.
La principal esperanza de los equipos de rescate, dirigidos por el contralmirante Richard Larrabee, quien se ocupó del accidente en el que pereció en julio John. F. Kennedy, era encontrar suficientes restos del avión antes de que empeoraran las condiciones climatológicas (anoche se localizó un gran fragmento del fuselaje a 50 metros de profundidad), y, en particular, la caja negra y las grabaciones de la cabina de tripulación. Una de las dos cajas con las grabaciones fue localizada ayer, pero a falta del equipo necesario para recuperarla, se esperaba la llegada de buceadores de la Marina.
El vuelo 990 de EgyptAir (de Los Ángeles a El Cairo con escala en Nueva York) desapareció en el océano menos de una hora después de haber despegado del aeropuerto John F. Kennedy, donde subieron nuevos pasajeros y repostó combustible. Ayer no había pistas. Tan sólo se sabía que el piloto no informó de problema alguno y tampoco pidió socorro. El único elemento en poder de los investigadores eran las grabaciones de los radares que dan cuenta de que el Boeing 767 se desplomó, literalmente, en el océano en dos minutos. En la primera parte de ese breve espacio de tiempo, el aparato aún dispuso de suficiente energía eléctrica para poder transmitir su rápida pérdida de altura. Ello parece indicar que no se descompuso en fragmentos desde el primer momento. "No sabemos qué es lo que causó el accidente", reiteró ayer Jim Hall, presidente del NTSB. Hall añadió que esa investigación puede durar meses y hasta años.
Por el momento, el FBI (Oficina Federal de Investigaciones) ha destinado a 600 de sus agentes a la investigación, e interroga a los empleados de la compañía y de los aeropuertos por los que pasó el avión, informa France Presse.
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