_
_
_
_
_
Reportaje:

Cementerios, tumbas y difuntos

Desde hace más de dos mil años ha habido lugares de enterramiento en Valencia, como el cementerio romano de la Boatella, junto al Mercado Central. Islámicos son los osarios de las plazas de la Almoina y del Árbol, el de la puerta Bab-al-Hanax, cerca de Cavallers, el de Al-Djinân, junto a la iglesia de san Martín, el de Al-Musal.la, próximo a la puerta de la Xerea. Sobre el fossar dels jueus se construyó El Corte Inglés, además de aparcamientos, casas y bancos. La última edificación ha supuesto el destierro a Barcelona de decenas de cadáveres hebraicos de los parientes de Lluís Vives o Alcanyís o los Alatzar o Santàngel. Fue una vergonzosa expulsión de despojos israelitas de su última tierra en aras de la especulación.La conquista y repoblación de Jaume I cambiaron la civilización, y con ella las formas de soterrar en el País Valenciano. Las iglesias se dotaron de criptas, vasos y fossars para uso del muerto, según fuera eclesiástico, noble, burgués o miembro de la ma menuda. La ciudad de los vivos se pobló de pequeños burgos de muertos hasta que las luces de la Ilustración, en el siglo XVIII, plantearon el traslado de los camposantos fuera de las poblaciones. Un pionero será el obispo de Barcelona, el castellonense Josep Climent, quien reivindicaba la llengua, vigilaba la salud pública y construyó cementerios extramuros. El General de Valencia, con planos de Cristóbal Sales, fue bendecido por el arzobispo afrancesado Joaquim Company en 1807. El triste honor de inaugurarlo, de facto, le cupo a Vicent Gimeno, un carpintero de la parroquia de Sant Esteve, el día 8 de julio de 1807.

Entre los antiguos panteones destaca la catedral, que contuvo los restos de Jaume I y conserva los de su primogénito Alfons. Allí descansa Ausiàs Marc -posiblemente, Joanot Martorell y Joan Roís de Corella-, Gregori Maians y el músico Cavanilles. Además de cardenales y obispos, se conservan las reliquias de un Santo Inocente, san Luis de Tolosa y santo Tomás de Villanueva. El arzobispo san Juan de Ribera fue enterrado en su colegio del Patriarca. Las cenizas de Sor Isabel de Villena están en algún punto del Monasterio de la Trinitat y Jaume Roig espera la resurrección en algún sitio de Sant Nicolau.

El convento de Sant Domènec, a parte de los marqueses de Zenete, conservó a Joan de Joanes, a los Santàngel y a Sant Lluís Bertran, hasta 1936. El monasterio del Puig fue última morada del héroe Bernat Guillem d"Entença y del fundador del primer psiquiátrico Gilabert Jofré. En sant Miquel i els sants Reis está la represora de la Germanía, Úrsula Germana de Foix. En Sant Jeroni de Cotalba descansan el padre y las esposas de Ausiàs Marc, Isabel Martorell y Joana Escorna. En Sant Francesc de Morella se dio sepultura a Vinatea y en la parroquia de Vinaròs, al generalísimo botifler duque de la Vendôme, caído tras un hartazgo de langostinos en 1712.

El barranco del Carraixet acogió a los marginados, disidentes y heterodoxos; las muy ilustres víctimas inquisitoriales y a los represaliados de las Germanies -también en la Plaza de la Santa Creu- y la Guerra de Sucesión. Sin embargo, Gaetà Ripoll, el mestre de Russafa, la última víctima de la Inquisición, no llegó al Carraixet; fue echado al Turia por la zona de la Petxina. En Paterna hay centenares de republicanos ejecutados. Miguel Hernández descansa en el cementerio de Alicante. Eusebi Sempere y Óscar Esplà reposan en Santa Faz. Vicente Blasco Ibáñez, Joaquín Sorolla y Manuel Sanchis Guarner tienen su tumba en el General de Valencia, Andrés Estellés en el municipal de Burjassot y Joan Fuster en el de Sueca.

Muchos valencianos encontraron sepultura lejos de su tierra: Arnau de Vilanova en Génova, Jordi de Sant Jordi en Nápoles, san Vicente Ferrer en Vannes, Lluís Vives en Brujas. Italia, en general, y Roma, en particular, albergan el mayor número de sepulcros de valencianos ilustres, desde los Borja, como los papas Calixto III y Alejandro VI, a los jesuitas expulsados del XVIII, como Joan Andrés, pasando por Josep de Ribera. La guerra de Sucesión y la de 1936 poblaron de valencianos los cementerios del mundo: en Viena descansan exilados maulets, en París está el ministro Juli Just, y el escritor Max Aub y el rector Puche en México. Desde la batalla de Almansa, los valencianos empezaron a triunfar y morir en Madrid, aunque algunos huesos fueron trasladados posteriormente a nuestra tierra: Jordi Joan, Cavanilles, Sorolla, Benlliure, Serrano, Gabriel Miró, Azorín, el padre Fullana... no así el charlista García Sanchiz, que quiso yacer en la soledad y el abandono de El Toboso, el pueblo de Dulcinea.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_