Rusia sospecha que 400 talibán se han unido a la defensa de Chechenia
El centro de prensa del Ministerio de Defensa ruso aseguró ayer a la agencia Interfax que unos 400 combatientes talibán se han unido en las últimas semanas a las milicias chechenas, y que expertos árabes y paquistaníes entrenan en Afganistán a 500 más. Otras fuentes militares, citadas en esta ocasión por Itar-Tass, sostienen que los chechenos preparan la defensa de Grozni enterrando, cerca de los puentes y carreteras de acceso a la ciudad, barriles con un líquido misterioso que evocan el fantasma de las armas químicas.
Al parecer, informes de aviones de reconocimiento reflejan que los recipientes se manejan con extremo cuidado por personas que utilizan trajes protectores y máscaras antigás. Fuentes chechenas niegan rotundamente toda la historia y apuntan a que puede tratarse de la preparación de la coartada rusa para utilizar armas químicas.En cuanto a la presencia de los talibán, resulta verosímil. Hay pocas dudas de que las milicias de Shamil Basáyev y el comandante Jatab, que invadieron Daguestán en agosto y septiembre pasados, estuvieron reforzadas por voluntarios islámicos (mercenarios, según la terminología rusa) llegados del exterior. El propio Jatab nació en Arabia Saudí y combatió en Afganistán. La fortuna de su compatriota Osama bin Laden financia también supuestamente el esfuerzo de guerra checheno. El Gobierno ruso ha llegado incluso a ofrecer una recompensa de un millón de dólares (más de 150 millones de pesetas) a quien a acabe con la vida de Basáyev, según informó ayer la agencia Interfax.
Además del frente propagandístico, la guerra tuvo ayer otros dos: uno humanitario y otro militar. En el primero, las consecuencias del cierre en los dos sentidos de la frontera con la República de Ingushetia, principal vía de salida de los refugiados chechenos, provocó ayer escenas dramáticas de civiles que vieron frustrados sus planes de reagrupamiento familiar. El presidente ingush, Ruslán Aushev, protestó por este acto de "dictadura militar" y pidió al primer ministro ruso, Vladímir Putin, que reconsiderase la medida, destinada supuestamente a evitar la infiltración de terroristas que puedan lanzar otra oleada de atentados.
Putin se reunió ayer con el presidente Borís Yeltsin, que elogió su gestión, le reiteró su respaldo y negó las informaciones que sostienen que ya no le tiene confianza.
Sobre el terreno, las fuerzas rusas seguían llevando ayer la iniciativa. Tras construir un paso de pontones sobre el río Terek, varias columnas pasaron a la orilla sur, pero no estaba claro si era o no el preludio de un asalto a Grozni. Los mandos militares insisten en que todo está listo para lanzar la segunda fase de la intervención, tras consolidarse una franja de seguridad al norte del río que comprende un tercio del territorio de la República independentista.
Los soldados rusos, no contentos con cerrar la frontera con Ingushetia, penetraron 10 kilómetros en territorio checheno por la carretera Nazrán-Grozni y tomaron el control de un estratégico cruce.
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