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Tribuna
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Contra la neutralidad y por la rebelión democrática

Hay semanas que no gana una para sustos. Y ésta ha acabado con dos sobresaltos notables. Por un lado, Egibar nos ha explicado en el Parlamento que el Estatuto de Gernika fue una "carta otorgada" (?), negando de un plumazo toda la trayectoria del nacionalismo democrático y renegando de su propia historia. De otro lado -quizá del mismo-, ETA ha pedido una cita al Gobierno nombrando interlocutores y señalando orden del día.Ambos acontecimientos son preocupantes, tanto juntos como por separado. Las palabras de Egibar, porque demuestran una bochornosa supeditación del discurso del PNV a la estrategia de ETA y HB, y el comunicado de ETA, porque sólo puede entenderse en clave amenazante. Sí, desgraciadamente, parecen estar preparando el camino para la vuelta a las armas. ¿Cómo entender, si no, las palabras de la banda terrorista, su "orden del día", sus exigencias, su discurso belicista y militarista y, aunque lo señaló al final, sus interlocutores? Son las mismas palabras, el mismo énfasis, la misma retórica que han utilizado para argumentar cada uno de los asesinatos que han cometido en el pasado.

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Nada me gustaría más que estar equivocada. Quisiera poder aparentar y/o creerme que hay razones para el optimismo, para la ilusión, que diría el lehendakari Ibarretxe. Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver. Negar la existencia de los problemas nunca ayuda a resolverlos. Por eso escribo estas palabras con el corazón. Porque yo quiero ganar esta batalla y sé que para ganarla hemos de ser conscientes de que nos enfrentamos a un enemigo poderoso, a un enemigo que no sólo tiene pistolas, sino que hoy, además, controla instituciones democráticas. Sí, el riesgo del fascismo que hoy nos acosa es que es un fascismo difuso, disfrazado de "alternativa democrática", que cuenta con la complicidad de algunos nacionalistas de tradición democrática a los que no les importa utilizar los votos de los ciudadanos para pervertir el propio sistema democrático.

Decía Egibar en esa misma sesión plenaria que Euskadi aspira a ser como Alemania. Una vez más, le ha traicionado el subconsciente; porque la Euskadi de verdad, la del Estatuto, la del autogobierno, ésta en la que vivimos, plural, mestiza, tolerante; la de hoy ya es como la Alemania democrática de hoy. ¿Cuál es la Alemania-Euskal Herria de Egibar? ¿La del muro? ¿La de las dos comunidades? Ésa es la que dividió a los alemanes, la que tuvo un presidente llamado Adolf Hitler que ganó unas elecciones sin ser por eso nunca un demócrata; la que tuvo un presidente que declaró una guerra mundial en nombre de la patria y de la raza, que mandó asesinar a millones de seres humanos porque eran y querían seguir siendo alemanes libres y diferentes.

La historia está para recordarla y aprender de ella; y, más allá de otras circunstancias históricas, es un hecho cierto que si triunfó el fascismo en esa Alemania soñada por Egibar fue porque los nazis tenían una estrategia y una táctica. Y la sociedad democrática, no. No tenía estrategia, no tenía liderazgo, no tuvo valor para defender un proyecto de convivencia; fueron incrédulos y pasivos, desistieron de dar la batalla y perdieron.

Perdieron porque tenían enfrente discursos de orgullo patrio y apariencia democrática y no se organizaron contra ello; si perdió la democracia entonces, si triunfó el fascismo, fue porque muchos miraron para otra parte, porque nadie quiso creerse el horror de lo que les esperaba, porque nadie organizó la resistencia democrática. Perdieron porque no fueron conscientes de que un país en el que conviven las urnas y los encapuchados que queman viviendas o sedes de partidos políticos es una democracia en riesgo. Y no se organizaron para defenderla.

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No debemos olvidar esta lección histórica tan reciente. No hemos de olvidar que si ETA no es hoy un riesgo para la democracia, aunque siga siendo un peligro para algunos ciudadanos, es porque la sociedad ha resistido democráticamente todos estos años de horror y terrorismo. No debemos olvidar que ETA declaró su alto el fuego cuando llegó a la conclusión de que más asesinatos no eran "rentables", cuando fue consciente del desprecio que inspiraba a la inmensa mayoría de los vascos. No debemos olvidar que hemos llegado hasta aquí porque mucha gente salió a la calle contra el fascismo, porque mucha gente les gritó "basta ya".

Pero el trabajo no ha terminado. Hay aún un fascismo difuso que nos amenaza, un fascismo al que hemos de vencer. Un fascismo que utiliza los fines de semana y las calles del País Vasco para quemar todo aquello que no puede controlar y que utiliza entre semana las instituciones controladas por Lizarra para lanzar discursos incendiarios contra todos aquéllos que no se dejan controlar.

Demos a esta amenaza una respuesta democrática y radical. Defendamos el País Vasco real. Hagámoslo sin miedo, sin complejos. Armémonos de valor, armémonos de resistencia democrática. Lo que está ocurriendo nos atañe, va con nosotros, va con nuestros hijos. Si cedemos, si enviamos a la sociedad un mensaje de resignación, será tanto como aceptar que la democracia es negociable. Será tanto como aceptar que todas las víctimas, todos los que murieron defendiendo la democracia, todos aquéllos a los que asesinaron porque su trabajo era protegernos de los terroristas murieron inútilmente. Será tanto como aceptar que el terror, siempre que se esté dispuesto a llegar a un límite humanamente insoportable, es políticamente rentable.

Y yo no estoy dispuesta a aceptarlo. No estoy dispuesta a aceptar la inutilidad del sacrificio de la gente que ha luchado y muerto para que hoy vivamos en democracia. No estoy dispuesta a aceptar que este país es menos mío que de quien se proclama nacionalista. No estoy dispuesta a consentir que nos dividan en dos comunidades enfrentadas. No estoy dispuesta a aceptar que los adolescentes de la edad de mi hija, que va a cumplir 16 años, vayan a tener que salir a la calle a defender la democracia, igual que lo tuvieron que hacer sus hermanos mayores, sus padres o, antes y contra otra dictadura, sus abuelos. Yo no estoy dispuesta. Por eso, hoy que celebramos la fiesta del Estatuto de todos los vascos, quiero llamar a la rebelión democrática; sí, democrática, pero rebelión. Porque, si desistimos, si nos dejamos arrastrar, si perdemos sin luchar, nuestros hijos y nuestros mayores no nos lo perdonarán nunca. Y yo tampoco podré perdonármelo.

Por eso, y parafraseando a Benedetti, me declaro en este tema radicalmente parcial y anuncio que nunca, nunca, cuando de defender la pluralidad y la democracia se trate, conseguirán que lleguemos a ser neutrales.

Rosa Díez González es europarlamentaria y miembro de la Comisión Ejecutiva del PSE-EE.

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