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Rapsodia contra la droga

Una estación holandesa ahuyenta con música clásica a los drogodependientes

La compañía de ferrocarriles de Holanda ha ampliado el viejo adagio de "la música amansa a las fieras" con la creencia de que también ahuyenta los drogadictos. A principios de noviembre, la estación de trenes de la ciudad de Heerlen, al sur del país y muy cerca de Maastricht, va a utilizar música clásica para combatir la presencia de los consumidores de drogas duras que se dan cita habitual en sus pasillos. Los holandeses han tomado la idea de la compañía de metro de Hamburgo, donde la difusión de las obras de Bach, Beethoven y Gershwin ha dado muy buenos resultados.En la estación de Heerlen han probado todo tipo de técnicas para evitar que los adictos pasen el día vagando entre los usuarios. "Nada ha servido hasta ahora", explica Wilberts Aarts, responsable del proyecto. "La policía no puede expulsarles si no están traficando o consumiendo, y el efecto intimidatorio se pierde a los pocos días, cuando se acostumbran a los agentes", asegura.

En el pasillo, de apenas 50 metros, que une la estación con el centro de la ciudad, se dan cita habitualmente decenas de drogadictos, especialmente en invierno. Situada muy cerca de las fronteras de Bélgica y Alemania, Heerlen sufre, igual que otras localidades, la presencia continua de los narcoturistas, extranjeros que acuden a Holanda a proveerse de dosis diarias, atraídos por los bajos precios y la mejor calidad de la droga.

"El sistema de la música es barato y nadie corre ningún riesgo. ¿Qué perdemos con probarlo?", se pregunta Aarts. Aunque ninguna investigación científica respalda la creencia de que la música vaya a lograr los efectos deseados, los responsables de los ferrocarriles de Heerlen se apoyan en la experiencia de Josh von Soer, especialista alemán en desintoxicación, que asegura que las piezas clásicas están muy lejos de ser del gusto de los adictos. "Por alguna razón se ponen nerviosos y cuando no aguantan más acaban marchándose", dice, si bien no puede precisar si se logra el mismo efecto con otro tipo de música.

En Australia se utilizó un sistema semejante en un centro comercial que se había convertido en punto de concentración de pandillas de jóvenes, que con sus gamberradas producían grandes molestias. La música melódica y, simultáneamente, la colocación de tubos fluorescentes - un tipo de luz que hace muy visibles las espinillas propias de la adolescencia- consiguió que los muchachos se dispersaran en busca de otros lugares para sus citas.

"Los alemanes copiaron la idea y cambiaron la música melódica por la clásica en varias estaciones del metro de Hamburgo donde se concentraban los drogadictos", cuenta Aarts, que asegura que sus colegas le han comentado que después de algunos meses los resultados son "espectaculares": la mayoría de los drogodependientes se han marchado, y los pocos rezagados, capaces de aguantar la música todo el día, no crean ya sensación de inseguridad.

Basándose en la experiencia alemana, el repertorio de la estación de Heerlen va a incluir Para Elisa de Beethoven y Rapsody in blue de Gershwin, junto a piezas de Chopin y Bach, "porque parecen dar los mejores resultados".

Los ferrocarriles holandeses, que harán una valoración del experimento una vez transcurridos seis meses, no temen que la música pueda surtir en los usuarios del tren el mismo efecto que en los adictos, a pesar de que una encuesta recientemente realizada en el Reino Unido ha revelado que los ciudadanos tampoco tienen gran interés en escuchar piezas clásicas no deseadas. Las respuestas recibidas en una página que Internet ha abierto para averiguar el tipo de música que más molesta a los que se ven condenados a escuchar los walkman de sus compañeros de viaje, han revelado que Las cuatro estaciones de Vivaldi es una de la melodías más odiadas.

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