José Hierro logra después de 46 años su segundo Premio Nacional de Poesía
El jurado destaca el libro 'Cuaderno de Nueva York' como mejor poemario del año 1998
"Con tanto premio me van a coger manía". José Hierro (Madrid, 1922) logró ayer el Premio Nacional de Poesía por los 32 poemas de su Cuaderno de Nueva York (Hiperión). Un premio que ya había logrado en 1953 por Antología poética. "La vez anterior, con las 25.000 pesetas del premio pagué la entrada de mi primera casa de Madrid", dice Hierro, antes de añadir: "No soy indiferente a los premios, siguen siendo una alegría para mí, aunque ahora vivo enganchado a un botellón de oxígeno y ni siquiera sé cuánto dinero es este premio. A lo mejor lo sabe usted".
Dotado con 2,5 millones de pesetas, el Premio Nacional de Poesía destaca el mejor libro publicado el año anterior. A diferencia del de la Crítica, el Nacional puede, aunque no sea frecuente, destacar a un mismo autor varias veces. "Yo lo recibí hace millones de años, así que no sé si ésta es la primera o la segunda vez que me dan este premio".El director general del Libro, Fernando de Lanzas, llamó ayer por la mañana a la casa madrileña de José Hierro. Allí, el poeta recibió la noticia de que su Cuarderno de Nueva York era el poemario elegido por un jurado compuesto por el propio Lanzas, Ángel González, Luz Pozo Garza, Juan San Martín, Guillermo Carnero, Antonio Colinas, Miguel García Posada, Juan José Millás, Francisco Brines, José María Barrero y José Antonio Muñoz Rojas. Finalistas quedaron Las crónicas de Roseñont, de Fernando Quiñones, y Todos nosotros, de Benjamín Prado.
El poeta había llegado a Madrid la noche anterior desde Hondarribia, donde participó en el Premio Irún de Poesía. "Y el jueves me marcho a Huelva para una sesión juanramoniana, uno de esos recitales que me gustan. No tengo nada que preparar, así que no me supone ningún esfuerzo".
Retirado a la fuerza de la nicotina y con su "botellazo" de oxígeno a cuestas, el poeta saluda con su buen humor habitual: "Qué tal, aquí, tosiendo a gusto". Desde su soleada casa, cercana al parque del Retiro y a la estación de Atocha, rodeado de cuadros, de fotos de sus hijos y nietas, de libros y periódicos, Hierro descansa junto a su mujer, Lines, que vigila su siesta y que con cortesía evita que nadie le moleste demasiado. Desde su casa, donde en una mesa están las plumas japonesas de tinta negra y punta blanda ("son las que más le gustan para pintar", explica su mujer), Hierro asegura que no sabe ni puede releer de forma crítica Cuaderno de Nueva York. Le costó siete años escribirlo y el poemario se terminó para él en el momento en que lo publicó. "Para los errores ya es tarde", afirma, "yo jamás miro las pruebas, ni siquiera de mis antologías, no me interesa cambiar nada. Lo que está publicado, publicado está". Cuaderno de Nueva York va por su octava edición, se han vendido unos 25.000 ejemplares y, como con todos sus versos anteriores, supuso un gran esfuerzo para el poeta. "Me cuesta mucho escribir, encontrar la palabra adecuada es lo más difícil, me lleva mucho tiempo, ahora quizá demasiado".
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