Universidad y Empresa: hacia una simbiosis fértil
Son muchas las voces autorizadas que en el contexto actual señalan la existencia de una crisis de la secular institución universitaria. Sin negar el realismo de algunas de esas críticas (sobre todo las que se centran en la falta de diálogo interdisciplinar, el enrarecimiento de la convivencia universitaria por la imposición como valor absoluto de la eficacia económica o la grave postergación de las Ciencias Humanísticas), asistimos también a un cierto desarrollo de las relaciones Universidad-Empresa que puede convertirse en pujante factor de mejora social. La concepción antropológica del quehacer empresarial y la necesaria apertura de la Universidad al mundo de las organizaciones son dos tendencias actuales y convergentes que propician el protagonismo central de la persona humana en el escenario social y reclaman como necesaria un relación estrecha en la Empresa y la Universidad.En el ámbito de la docencia, estas relaciones pueden desembocar en la creación de un foro de encuentro, donde las empresas hagan saber a la Universidad las destrezas personales que especialmente se valoran en las nuevas contrataciones. También, por supuesto, las tecnologías o conocimientos específicos más demandados, según los distintos perfiles profesionales. Además, resulta imprescindible potenciar la operatividad de las fundaciones Empresa-Universidad para aumentar la oferta y mejorar la calidad de las prácticas de los estudiantes e industrias, de manera que realmente les vayan iniciando en su inserción en el mundo laboral, y establecer programas de formación permanente que colaboren en la actualización de conocimientos de los postgraduados, de acuerdo con las carencias observadas por empresas o asociaciones profesionales.
Pero es en el ámbito de la investigación donde el binomio Universidad-Empresa requiere de iniciativas más audaces. La experiencia en este terreno confirma que para lograr una colaboración fructífera entre los departamenteos de I+D de las empresas y los departamentos universitarios son necesarios, al menos, tres requisitos: en primer lugar, los proyectos de investigación han de plantearse con una ajustada generosidad en medios económicos, en personas y, si fuera posible, en tiempo; en segundo, que en este trabajo común los miembros de la Universidad y de la Empresa acometan las funciones que les son propias, esto es, que los aspectos científicos básicos sean desarrollados por los académicos, en tanto que los conducentes a su implementación en una línea productiva, si fuere el caso, por los de la empresa; y en tercer lugar, que, además, exista una compenetración intensa entre las personas de ambas entidades, hasta el punto de que durante el desarrollo de la investigación constituyeran de hecho un único equipo. Una atmósfera así puede producirse con mayor facilidad en el marco de un convenio estable de colaboración, de manera que el departamento universitario esté permanentemente investigando en temas conectados con el interés de la empresa (aunque, por lo general, no de forma exclusiva), y pueda llegar a resultados interesantes para ella. De este modo operan las grandes multinacionales farmacéuticas, el sector industrial privado que, en términos absolutos y relativos respecto a su cifra de ventas, más invierte en I+D.
En este sentido, el enorme desarrollo industrial de zonas como el Silicon Valley en California, o el Cinturón de la 128 Route en Boston, pone de manifiesto la fertilidad de iniciativas atípicas de colaboración entre la Universidad y la Empresa, como las llamadas spin off y start up,en las que empresas y universidades crean conjuntamente pequeñas industrias de alta tecnología, con personalidad jurídica propia, ubicadas en el entorno del área universitaria. El elemento nuclear ha sido siempre una idea comercializable procedente de una investigación de alto nivel, a la que se ha agregado el componente de realismo, eficiencia económica y profesionalidad que aporta la empresa.
De todas formas, la optimización de esta simbiosis entre la Universidad y la Empresa es delicada. Por una parte, las universidades han de insistir en la investigación en las fronteras de las ciencias. Por otra, no se pueden retraer de su aplicación concreta a los problemas y necesidades reales, porque es la única forma de testimoniar su utilidad social y de conectar efectivamente con el mundo de la empresa, que debe ayudar a las universidades involucrándose más con ellas en una auténtica investigación, pues su futuro a medio y a largo plazo se juega en eso que se empieza a llamar capital metafísico, que abarca no sólo la capacidad investigadora y de gestión, fruto de la libertad creadora de sus hombres y mujeres, sino también la de personas de otras instituciones, como puede ser la Universidad, con las que lealmente comparte proyectos solidarios de futuro.
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