Enfermedad de Alzheimer y mujer
Las mujeres, que padecen la dolencia mucho más que los hombres, pueden beneficiarse de las terapias hormonales
La sociedad española comienza a tomar conciencia de que la enfermedad de Alzheimer es un auténtico problema personal y social, lo que se debe, en gran medida, a que la enfermedad se percibe como una "epidemia", cuya frecuencia hace que todos tengamos algún enfermo en la familia o sepamos de alguien cercano que la sufre. Debido al interés que despierta esta dolencia, los medios de comunicación trasladan eficazmente noticia de los descubrimientos que aparecen continuamente en esta enfermedad, con un efecto de retroalimentación. Sin embargo, apenas se habla de otros aspectos, que no son menos importantes aunque parezcan menos espectaculares. Así sucede con la relación que existe entre la enfermedad de Alzheimer y la mujer.El primer dato sorprendente es la enorme cantidad de mujeres que padecen la enfermedad. Se calcula que existen en nuestro país unas 180.000 mujeres afectadas frente a sólo unos 85.000 hombres y, en correspondencia, entre el 60 al 70% de los enfermos que acuden a nuestros Servicios de Neurología son mujeres. Una buena explicación para este predominio femenino es que la frecuencia de la enfermedad crece exponencialmente con la edad a partir de los 65 años y la mujer sobrevive unos cuatro años más que el hombre. Pero, ¿es ésta la única explicación para cifras tan llamativas?
Algunos estudios sugieren que, corregido el factor edad, la enfermedad sigue incidiendo más en el sexo femenino. Esto indica que puede haber factores de riesgo diferentes o de desigual intensidad en uno y otro sexo. Se piensa que un factor de riesgo es el nivel educacional, de manera que la frecuencia de la enfermedad parece estar en relación inversa al grado de escolarización.
De acuerdo con el Anuario Estadístico de 1991, la cifra de mujeres analfabetas (en torno a 800.000, y una de cada cinco mujeres mayores de 75 años), era más del doble que la de varones (en torno a 300.000), datos tanto más importantes cuanto que la mujer se muestra más sensible a la acción de este factor de riesgo. La susceptibilidad del analfabeto se atribuye a que dispone de una "reserva cerebral" menor, pero una explicación de este tipo resulta simplista, porque el analfabetismo es un fenómeno complejo que, entre otras cosas, impide beneficiarse del progreso higiénico y médico -como se verá luego- y conlleva numerosos trastornos. Por suerte, es una pauta conductual de gran componente ambiental y, por tanto, modificable.
Pero el predominio femenino también se podría relacionar con las diferencias biológicas que, evidentemente, existen entre el hombre y la mujer. En efecto, la enfermedad de Alzheimer tiene una intensa relación con factores genéticos y endógenos. A este respecto, conviene recordar que la diana lesional de esta enfermedad es el cerebro, órgano donde las hormonas dejan una huella precoz y permanente. Esta huella le permitirá reaccionar durante el resto de la vida a las variaciones hormonales, muy intensas en los ciclos menstruales y en la menopausia, que ocupa el tercio de la vida de la mujer. Los estrógenos, hormonas femeninas, tienen un efecto trófico sobre ciertos grupos neuronales cerebrales relacionados con la memoria y cognición y su administración mejora la eficacia de la memoria de la mujer posmenopáusica. Como no pocas de las mujeres de esta edad, especialmente las de mayor nivel cultural, toman estrógenos por otros motivos -por ejemplo, para prevenir la osteoporosis y otras enfermedades asociadas a la menopausia- se ha podido comparar la frecuencia de la enfermedad en tratadas y no tratadas y se ha visto que el riesgo disminuye entre las tratadas. La importancia de este dato preliminar es manifiesta.
Sea cual fuere la causa, la consecuencia incontrovertible es que el número de mujeres con esta severa enfermedad, que causa una demencia y una intensa incapacidad, es mucho mayor que el de hombres que la padecen . En lógica contrapartida, la mayoría de los cuidadores deberían ser varones pero, en realidad, seis a siete de cada 10 son mujeres. Este predominio se debe, en parte, a la mayor supervivencia femenina, pero aquí es aún más importante el papel social de la mujer, derivado de su educación y afectividad, que la hacen propensa a aceptar el cuidado de sus familiares. "Atrapada" socialmente por la enfermedad, "paga" un nuevo coste, excluidos el dolor y la pena. El económico se calcula superior a dos millones de pesetas anuales, durante los cinco a diez años que suele durar la enfermedad. Pero los perjuicios físicos y morales son mayores, de forma que no pocos cuidadores se lesionan al movilizar a los enfermos, otros pierden amigos, sus relaciones familiares se deterioran o enferman psíquicamente y siempre soportan la angustia de actuar como personal sanitario sin tener ayuda profesional ni formación adecuada.
En resumen, estas reflexiones pretenden divulgar por qué la mujer se ve intensamente involucrada a nivel personal en la enfermedad de Alzheimer. Quizá así se sienta más inclinada a participar colectivamente en la lucha contra la enfermedad. Es una lucha en la que todos debemos intervenir, incluida la Administración Sanitaria, que debería programar los medios necesarios para mejorar la asistencia de estos enfermos y dotar nuestras instituciones para hacer más fructífera la investigación en este campo.
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