Francfort lanza al húngaro Esterhazy
Pere Vicens fue elegido ayer presidente de la Unión Internacional de Editores
ENVIADO ESPECIAL"Para explicarle la situación de un escritor húngaro tiene Usted que pensar que los dos idiomas más difíciles de este continente son el vasco y el húngaro. Y el húngaro es tan difícil que no lo entienden ni los vascos".
Peter Esterhazy es hoy la estrella de la literatura húngara que, lejos de estar asediada como el poblado resistente galo de Asterix, está lanzada a la conquista de mercados, siempre por supuesto, traducida. Hun-gría ha sido este año el país huésped de la feria del Libro de Francfort. Ha tenido este pequeño país un inmenso pabellón en el que han estado además de su presidente, el escritor Arpad Göncz y su primer ministro, el jovencísimo liberal de centro-derecha Viktor Orban, sus editoriales y sus principales escritores. ¿Todos? No, dicen las voces más nacionalistas en Hungría que por medio de su habitual portavoz y líder, Istvan Csurka, ha manifestado que sólo han ido a Francfort escritores judíos, cosmopolitas y nada comprometidos con la idea nacional eterna de la nación húngara.
Esterhazy, que acaba de publicar en España un bellísimo y extremadamente inquietante libro bajo el título de Los verbos auxiliares del corazón (Alfaguara), no es judío aunque tampoco parece que le hubiera importado serlo. Es, sin duda un cosmopolita pero, a juzgar por su literatura, uno de los más húngaros. Su Pequeña pornografía húngara fue publicada hace unos años en España, sin mucha repercusión. En Alemania, sin embargo, Esterhazy es un enorme éxito de ventas y se perfila ya como uno de los grandes que, desde una lengua tan minoritaria como el húngaro, da el salto definitivo a las grandes lenguas europeas y americanas.
Placer inquietante
El libro que ahora se publica en España, un encuentro entre padre e hijos con motivo de la muerte de la madre es conmovedor y en todos los sentidos tremendo. "La literatura debe ser un placer pero inquietante, que tense el alma. Porque placer es también el masaje o los baños de pies". Hay mucha intensidad abismal, vértigo, mucho sentido húngaro de la vida en este libro de un Peter Esterhazy al que se puede calificar con facilidad con esos términos que el nacionalismo considera insultos, tales como urbano o cosmopolita.
No podía ser de otro modo. La familia Esterhazy nunca pensó en términos fronterizos. Por su propia condición. Como una de las familias más poderosas de la aristocracia austro-húngara, los Esterhazy financiaban entre otros a Joseph Haydn sus manías y gastos mientras éste componía. Tenían palacios y fincas inmensas en toda Centroeuropa y tuvieron muchas veces a lo largo de los últimos siglos responsabilidades de Gobierno en el imperio austro-húngaro. Incluso después de caer éste, fue el abuelo del escritor el primer ministro del nuevo, depauperado y empequeñecido estado húngaro que surgió de los acuerdos de Versalles y Trianón en 1919.
Con un apellido como Esterhazy y la llegada al poder de los comunistas en Hungría después de la entrada del Ejército Rojo era después de la Segunda Guerra Mundial más que recomendable la emigración. Pero el padre de Peter Esterhazy decidió quedarse. Su hijo sigue hoy, un año después de su muerte, sin saber bien a que se debió aquella decisión. Pero si conoce bien las consecuencias. Nada más nacer él, toda su familia fue desterrada de Budapest en 1950 y forzada a vivir en una granja muy lejos de todos y todo lo que conocía. El nombre de esta familia era para el régimen comunista una garantía de enemistad. Por eso Peter acabó estudiando matemáticas. "Una materia en la que podía tener esperanza de dedicarme a la enseñanza. Neutra. Políticamente no sospechosa. Podía quizás haber estudiado alguna ingeniería técnica. Pero nunca humanidades. Nunca literatura. Y es cierto que si hubiera intentado estudiar ingeniería agrícola habrían sospechado que quería acabar con la colectivización y reivindicar propiedades familiares". Nunca se le pasó por la cabeza. El escritor nació ya en la situación de paria en que los había convertido el nuevo régimen. Sus padres que habían vivido otros tiempos de opulencia sufrieron mucho más. "Pero jamás les oí quejarse".
Su padre sobrevivió al régimen comunista. Y el hijo se convirtió en un magistral diseccionador de los sentimientos tan vividos en sociedades de historia tan trágica e intensa como la húngara.
Pasado sin sentido
Entiende muy bien lo que les pasa a sus compatriotas "porque todos confundieron libertad con felicidad. Se fueron los rusos y todos creían que a partir de ese momento todo sería maravilloso. Pero resulta que seguían peleándose en sus matrimonios. Los seres humanos seguían molestándose unos a otros. Y todos se lamentaban y lamentan. Hasta los verdugos de entonces. En Occidente no se entiende bien hasta qué punto la gente ha vivido humillada, personal y colectivamente, bajo los regímenes comunistas. Por eso y por la carga biográfica, que todas las generaciones que vivieron adultas aquello, llevan como un globo cargado de plomo sobre sus cabezas, es muy difícil que perciban el éxito de la transición a la democracia y libertad. La gente está en un mundo que no entiende y los mayores jamás lo entenderán. Ven sus vidas fracasadas. Repasan el pasado y no le ven sentido. Por eso no hay alegría. Y yo soy un buitre que se lanza sobre todo lo alegre y me desazona que la gente no perciba las cosas bellas y bonitas que nos pasan".
Esterhazy combate el pesimismo cultural, a veces con dureza e incluso crueldad. Pero todo indica que será, con la novela que está concluyendo y saldrá en húngaro en primavera, una de las voces literarias más relevantes en los próximos años.
Babelia
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