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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Imitadores

No son antifascistas que recurren a métodos violentos, sino violentos que utilizan como pretexto el antifascismo para desfogarse. En ese sentido, y en otros muchos, los jóvenes que el martes arrasaron un barrio barcelonés imitan a los adoradores de la fuerza bruta contra quienes se imaginan combatir.Los destrozos causados por varios cientos de jóvenes en el barrio de Sants, con la excusa de impedir un acto político del ultra Ricardo Ynestrillas, habrán llenado de satisfacción a los seguidores de ese profesional de la provocación. Para que se cumpla su propósito de llamar la atención y seguir en candelero es imprescindible que alguien se haga eco de sus provocaciones, respondiendo de manera más incivilizada que la suya. Los colectivos agrupados en una autodenominada Plataforma de Acción Antifascista cumplieron al pie de la letra lo que de ellos esperaban los ultras.

Pero que utilizaran la bandera del antifascismo ofende la memoria de quienes lo fueron de verdad cuando de verdad había fascismo; fascismo en el poder, y no ese grupo de nostálgicos y rapados que de vez en cuando concentra Ynestrillas. La idea según la cual hay que aplastar al fascismo "en el huevo" es, más que una consigna actual, una bobada de tebeo. Y no será rompiendo escaparates, vieja especialidad nazi, como se impedirá que se desarrolle el germen.

Pero tampoco es magnificándola como se extinguirá esta violencia de la marginalidad juvenil. El mensaje que trata de relacionarla con la coacción radical que no cesa en el País Vasco habrá enardecido, más que desanimado, a esos imitadores. La diferencia fundamental es que en Cataluña no hay ningún grupo político senior que bendiga los desmanes. Hablar de colectivo "fuertemente armado y perfectamente organizado" para la "táctica guerrillera" parece publicidad de los rompedores de escaparates. A no ser que se trate de una excusa de la imprevisión policial. La idea de que el objetivo era impedir el enfrentamiento entre los dos grupos, y que se consiguió, es consoladora, pero débil. La evidencia es que el despliegue no evitó el alarde de vandalismo. Seguro que no es fácil, pero ya van unas cuantas pruebas de dudosa planificación por los responsables del orden público en Barcelona.

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