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GOLPE EN ISLAMABAD

Los militares de Pakistán guardan silencio sobre sus planes mientras la oposición pide elecciones

Pakistán vivía ayer una jornada de tranquilo vacío político a la espera de un pronunciamiento del general Pervez Musharraf sobre sus planes para el futuro, una vez confirmado su control en todo el país tras detener el día anterior al primer ministro, Nawaz Sharif. Mientras los militares discutían a puerta cerrada qué hacer en esta su cuarta interrupción del poder civil desde que en 1947 el país proclamó su independencia, los políticos que se habían aliado contra Sharif y que han aplaudido su destitución pedían la formación de un Gobierno interino y la celebración de nuevas elecciones.

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"Nadie sabe si el Parlamento rige o no, si las asambleas provinciales rigen o no, si el presidente sigue o no y si la Constitución está vigente o no", subrayaba ayer Qazi Husain Ahmad, jefe de Jamaat-e-Islami (Asamblea Islámica), el principal partido islámico del país y uno de los más críticos de Sharif. "El país está tranquilo y la gente está satisfecha con la salida de Sharif, pero todo tiene un límite. La gente espera y puede ponerse nerviosa". Ahmad planteó sus demandas: "Queremos responsabilidad, medidas islámicas básicas y un paquete electoral transparente en un tiempo mínimo y un Gobierno honrado, limpio y civil formado por gente libre de toda sospecha".Jamaat-e-Islami forma parte de la Gran Alianza de 19 grupos que llevaba tiempo buscando la caída de Sharif, a quien consideran responsable de su propia desgracia por su actitud de desprecio a todas las instituciones y sectores del país. En esa alianza se encuentra también el Partido Popular de Benazir Bhutto, a la que Sharif derrotó en las urnas en febrero de 1997.

Benazir está en Londres huida de la justicia de su país -que le pide cuentas del saqueo de las arcas nacionales en sus años de primera ministra, mientras su marido espera juicio en una cárcel paquistaní bajo la acusación de haber asesinado a su cuñado, rival político de su mujer-, y aprovecha la oportunidad para arremeter contra Sharif, su enemigo político y personal, en busca de un lugar bajo el sol político que sus seguidores dudan que vuelva a ocupar.

Garantías democráticas

Tocada con sus mejores galas de demócrata y liberal, Benazir Bhutto reclama elecciones a los militares: "Aliento a los que están en el poder en Pakistán a que garanticen el proceso democrático que Nawaz trató de destruir y que pongan en marcha un sistema de Gobierno provisional que supervise un rápido y seguro retorno al gobierno civil mediante unas elecciones multipartidistas libres, justas, abiertas y transparentes".A falta de una nueva declaración de Musharraf sobre sus planes -que según informó anoche el Ejército no se va a producir de manera inminente- y ante la reunión de éste con el presidente de la República, Mohamed Rafiq Tarar, ayer los analistas sólo podían especular: había quienes se inclinaban por un periodo limitado de régimen militar seguido de nuevas elecciones, mientras que otros creían factible la formación de un Gobierno con miembros cuidadosamente elegidos que prepare el retorno a la democracia, y un tercer grupo hacía notar que a tales elecciones volvería a concurrir la misma clase política que ha convertido a Pakistán en uno de los países más corruptos del mundo y que para eso no se da un golpe..., salvo que se limpie antes de corruptos el espectro político.

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Un antiguo general con altas responsabilidades, Aslam Baig, declaró en Alemania que Musharraf establecerá un Gobierno provisional que durará unos dos años y que exigirá responsabilidades. "Examinará la responsabilidad de los dirigentes políticos cuya corrupción está acreditada y que deberán responder de sus actos".

Pakistán no daba ayer la impresión de estar viviendo un momento crítico. Era visible la presencia de algunos soldados montando guardia en algunos edificios e instalaciones estratégicas de la capital y de la ciudad portuaria de Karachi, pero en las calles había tranquilidad. A pesar de la falta de Gobierno, en la mayoría de los ministerios de Islamabad había aires de normalidad, si bien era notable la ausencia de responsables políticos, algunos de los cuales estaban bajo "custodia", la palabra empleada por los golpistas para definir también la situación de Sharif y de su hermano, Shabaz, ministro principal de Punjab. Bajo custodia se encontraba asimismo el teniente general Ziaudin, jefe de los servicios secretos militares, a quien Sharif nombró el martes jefe del Ejército en sustitución de Musharraf, el relevo que desencadenó el golpe.

Sharif no dio razones para la destitución de Musharraf, el segundo jefe del Ejército que eliminaba en un año, pero la rápida reacción de los golpistas, que han presentado la asonada como algo "espontáneo", revela que el estamento castrense ya había tomado medidas para el caso de que el primer ministro realizara el esperado movimiento. Los cuarteles estaban cansados de la arrogancia política de Sharif -quien, además de destituir al anterior jefe del Ejército, había forzado la dimisión del jefe del Estado y del presidente del Supremo, además de perseguir a la prensa y llevar al país al borde de la bancarrota- y no le perdonaban que abandonara en julio a los milicianos integristas apoyados por los militares paquistaníes que habían invadido la parte india de Cachemira para forzar su pase bajo control de Islamabad. Ese abandono, bajo presión del Bill Clinton, agravó el malestar popular con Sharif.

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