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CAMBIO EN MARRUECOS

Serfaty asegura que su regreso se gestó a espaldas del poderoso ministro del Interior

El ex preso político marroquí cree que Dris Basri acogió su llegada "como una bofetada"

Acaso sean los años o la evolución de su país, lo cierto es que el viejo radical marxista se ha hecho casi monárquico. Diez días después de que el rey Mohamed VI autorizase sin condiciones su regreso del exilio, Abraham Serfaty, de 73 años, el preso político de África que más años ha pasado entre rejas después de Nelson Mandela, no escatima los elogios a Mohamed VI y se declara "repleto de esperanza" porque "las medidas adoptadas van todas en la buena dirección".Un amigo le ha dejado una modesta casa en la playa en Mohamedia, entre Rabat y Casablanca. Desde su silla de ruedas contempla el mar, lee y, sobre todo, recibe a sus viejos correligionarios izquierdistas. Lo que más le divierte, a juzgar por las risas que entrecortan el relato, es el secreto que rodeó su vuelta a casa, el 30 de septiembre, tras ocho años de exilio en Francia. "Toda la operación se preparó en París con gran sigilo para que Dris Basri no se enterase". De hecho, su viejo enemigo, el ministro del Interior marroquí, sólo supo que volvía minutos antes del aterrizaje en Rabat. "Supongo que lo habrá interpretado como una bofetada".

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Lo que más le ilusionó en un primer momento fue ver en la comitiva que le esperaba para darle la bienvenida a viejos luchadores por la democracia, colaboradores del rey y al ministro de Justicia, Omar Azziman, que le está ahora tramitando su documentación, de la que Basri le desposeyó en 1991, cuando le declaró brasileño, un país en el que nunca había estado. "Aquel comité de recepción era una síntesis del Marruecos emergente", asegura satisfecho.

Nacido en 1926 en Casablanca en el seno de una familia judía sefardí afincada en Marruecos en el siglo XV, Serfaty se afilia con 18 años al Partido Comunista y la policía colonial francesa le detiene, por primera vez, con 24 años. Los dos meses que pasó entonces en la cárcel y otros tantos en la clandestinidad no le impedirán seguir cursando la carrera de ingeniero de minas en París.

Con la independencia ejerce, a partir de 1958, sus primeros altos cargos en la administración, pero sus ideas y su militancia en el partido de extrema izquierda Ilal Aman (Adelante), que ha fundado, incitan a sus superiores a apartarle de la administración. En 1968 vuelve a la enseñanza y de ahí, tras varias detenciones, a la clandestinidad. Christine Daure, profesora del liceo francés de Casablanca, le ayuda a ocultarse.

En 1974 va a dar con sus huesos en la cárcel y en 1977 es condenado a cadena perpetua por "conspirar para derrocar la monarquía y poner en peligro la seguridad del Estado". Su crimen consistió, sobre todo, en ser uno de los pocos súbditos de Hassan que, a partir de 1975, se negaron a proclamar que el antiguo Sáhara español era marroquí. "Mientras este señor no reconozca que el Sáhara pertenece a Marruecos no habrá gracia real para él", declaraba Hassan cuando se le preguntaba por el reo. Aún así, permitió en 1986 que contrajese matrimonio en la cárcel con la profesora francesa que le puso a salvo durante un tiempo. Cinco años después la movilización internacional les hizo ceder. El preso número 19.559 fue excarcelado pero, tras descubrir que era brasileño, fue expulsado a Francia.

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Serfaty no quiere hablar del pasado. "La historia", repite, "juzgará el reinado de Hassan". "Yo, en todo caso, no siento ningún odio, ni siquiera enemistad personal hacia él", insiste. Quiere hablar del futuro, de la tarea que tiene por delante Mohamed VI. La prioridad del monarca "debe consistir en deshacerse del majzen, ese tinglado feudal compuesto por cortesanos y grandes burócratas que han abusado del poder y se han enriquecido gracias a la corrupción". "Son ellos el principal obstáculo a la modernización del país".

La coyuntura que atraviesa el país es excepcional, según el viejo luchador. "La sociedad civil ha crecido y existe además un deseo de renovar las estructuras políticas". "Por otro lado, en la jefatura del Estado ya no hay un tapón que bloquee estas aspiraciones". "Por eso soy optimista".

"¿Llegaremos hasta una monarquía del estilo de la española o nos quedaremos en un nivel intermedio?", se pregunta a sí mismo Serfaty antes de reconocer que no tiene la respuesta. "El Marruecos de hoy en día está aún muy lejos de lo que era la España de 1975, además Europa ha tardado siglos en pasar del régimen feudal a la democracia plena". "Es posible que el proyecto del rey sea colocarnos primero en esa cota intermedia que supone ya una gran mejoría con relación a nuestra actual situación".

Si Serfaty es ya casi monárquico, al menos por razones prácticas, también cree que hay que buscar un desenlace para el Sáhara que no pase por la independencia. "El arreglo final debería estar entre la autonomía dentro de Marruecos, al estilo de las regiones españolas, y el Estado libre asociado que es Puerto Rico con relación a EE UU", señala.

"El conflicto del Sáhara", prosigue bajo la mirada cariñosa de Christine, "ha cegado por completo a la clase política marroquí distrayendo su atención de otros asuntos de gran importancia". "Ha llegado el momento de trabajar para encontrar una solución sin vencedores ni vencidos". Para facilitar este desenlace cree que "EE UU, Francia y España, deberían llevar a cabo una acción de persuasión con Argelia, para que no ponga trabas".

Serfaty era el último gran exiliado pero no el último preso. El jeque Abdelsalam Yasín, de 71 años, líder del movimiento islamista Justicia y Caridad, lleva diez años detenido sin juicio en su pequeño chalé de Salé, junto a Rabat. Aunque no comparte sus ideas, el marxista Serfaty reivindica la libertad del islamista. "El respeto de los derechos humanos no se puede fraccionar". El levantamiento de la sanción contra Yasín se considera inminente.

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