Las lluvias causan al menos cien muertos y daños materiales millonarios en México
El diluvio caído sobre el sur y el centro mexicanos durante días obliga a la navegación en botes por el casco urbano de numerosas poblaciones, desbordó ríos, rebasó presas, inundó carreteras y cultivos, y causó la muerte de al menos 113 personas, 81 en Puebla, y la ruina de otras 200.000. Los daños son multimillonarios y otros cien vecinos fueron dados por desaparecidos. Extensos territorios de cinco Estados han sido declarados zona catastrófica.
El Ejército y los equipos de salvamento afrontan a duras penas los devastadores efectos de una depresión tropical que se abatió sobre toda Centroamérica, donde murieron 74 personas más. El Estado de Tabasco no conocía un aguacero semejante desde hace cuatro decenios y registra casi 60.000 damnificados. Un helicóptero que volaba baja altura se vino abajo y murieron sus tres ocupantes.Los ríos salidos de madre arrasaron a su paso, las reblandecidas paredes de una mina de mármol se derrumbaron atrapando a siete personas y los aguaceros desgajaron cerros y formaron torrenteras con toneladas de lodo y piedras que embistieron en tromba contra las aldeas e infraestructuras más cercanas. El pueblo zapoteco de Santa María Zaniza, en Oaxaca, fue casi borrado del mapa pues desaparecieron 161 de sus 200 casas de adobe. "Fue la jornada más terrible de mi vida", narró un huido. "De madrugada el río comenzó a desbordarse, el temblor había aflojado la tierra y el agua se llevó animales, arboles y rocas".
Los incontrolados caudales tumbaron tendidos eléctricos, cortaron vías de comunicación asfaltadas y caminos rurales, y decenas de miles de hectáreas de sembrados se perdieron. Las víctimas del violento terremoto de hace una semana en Oaxaca sufren ahora, casi con lo puesto, la destrucción producida por unas precipitaciones que durarán al menos dos días más y cuyas consecuencias se manifiestan progresivamente graves. Algunos puntos recibieron en 48 horas casi tanta lluvia como en todo un año.
El cauce del río Usumacinta fue sobrepasado por una crecida de casi dos metros y las calles de la ciudad de Tulancingo, con 185.000 habitantes, quedaron anegadas hasta más arriba de la cintura. Los embalses de algunas de sus barriadas alcanzaron casi dos metros. Miles de viviendas del barrio Jardines del Sur fueron invadidas hasta las tejas por los excedentes de la presa La Esperanza, que liberaba a razón de cien metros cúbicos de agua por segundo para impedir su catastrófico desbordamiento.
Siempre atentas las gentes sin entrañas, grupos de vecinos formaron piquetes contra los eventuales actos de pillaje y las autoridades establecen controles par impedir que la masiva ayuda volcada sobre las áreas castigadas conduzca a la corrupción en su reparto. Tulancingo, dedicada a la producción lechera y al cultivo del maíz y la cebada, dista unos cien kilómetros de Ciudad de México, y quedó para el arrastre. Largas filas de vehículos buscaban huecos en las bloqueadas vías de comunicación en varios Estados, huyendo a todas prisa, o tratando de rescatar a familiares. Para colmo de males, la ruta entre la capital federal, a 500 kilómetros al este de Oaxaca, y el Golfo fue cegada por la niebla y el tráfico de los convoyes de asistencia sufrió retrasos o plantones. Sólo en la Sierra de Puebla quedaron incomunicadas 70 pueblos, cuyos habitantes pedían ayuda encaramados en los techos de sus viviendas, en las copas de árboles o en las azoteas, temiendo ser arrastrados por las corrientes. La situación era parecida en otras poblaciones del centro y el sureste de México.
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