No fue el mayordomo

Hubo un tiempo en que había varios teatros en Madrid dedicados al género policiaco, en el que se especializaban algunas compañías: además de las obras que pudieran llevar otras compañías en sus repertorios por su especial calidad. Por algunas razones sociológicas ignoradas (por mí), hay tres teatros o cuatro teatros que, de pronto, han vuelto al género: y figuran entre los que reciben más público.Se anuncia alguna obra más para muy pronto, y se la espera con impaciencia. Uno de esos teatros era el Fígaro, que ahora está también entre los felices de la intriga.

Es tradicional que el teatro advierta, desde el programa, que no se cuente la intriga a nadie, para evitar el necesario sobresalto de los pequeños descubrimientos que se suceden en torno a la situación del crimen, el mundo cerrado de los sospechosos, las diversas maneras de interpretarse los hechos, hasta que llega el sobresalto final.

Es también tradicional que el crítico entre en complicidad con los autores: y se calle. No me priva de decir lo que se expone al principio: hay ocho mujeres en la casa que se va quedando aislada y una de ellas descubre fuera de escena el cadáver del único hombre con un truculento cuchillo clavado en la espalda y un charco rojo.

Pero sí me impide comentar que dentro de todo hay una moraleja, que se va viendo poco a poco entre gritos, apagones, entradas y salidas de estas oscuras damas, y que un personaje pone de manifiesto en el último minuto: tras de lo cual viene el último disparo: "Mas ¡calla, boca!", como se decía en los folletines. Únicamente señalar el trabajo incesante de estas jóvenes o veteranas actrices y el de García Moreno en llevar a pulso la intriga. El teatro, lleno en una tarde de sábado, y felizmente ruidoso al comentar entre sí los sucesos: y sorprendido.