Riccardo Chailly abre el nuevo Auditorio de Milán con una triunfal "Resurrección" de Mahler
La Orquesta Giuseppe Verdi estrena sede en el corazón de la capital lombarda
El nuevo Auditorio de Milán empezó anoche con buen pie su andadura. Siete minutos de aplausos resumieron mejor que mil palabras la acogida dispensada por el público a la Sinfonía número 2 de Gustav Mahler, Resurrección, ejecutada admirablemente por la joven Orquesta Giuseppe Verdi, dirigida por el que es su director titular desde julio pasado, el milanés Riccardo Chailly. Una inauguración por todo lo alto, con la música poderosa y conmovedora de una sinfonía que, a juicio de Chailly, resume en cierto modo el encuentro entre la orquesta y su sede definitiva después de seis años de peregrinaje por salas de conciertos. El histórico binomio Milán-teatro de la Scala quedó roto ayer.
Autoridades políticas, empezando por el alcalde de Milán, Gabriele Albertini, y el presidente de la región de Lombardía, Roberto Formigone; magistrados prestigiosos como el ex fiscal general de Milán Francesco Saverio Borrelli; intelectuales, empresarios y caras famosas de todos los ambientes acudieron anoche a la cita más importante del otoño milanés, la inauguración de la que será a partir de ahora sede permanente de la Orquesta Giuseppe Verdi, creada en 1993. La nueva sala, que dotará a Milán de un segundo polo de interés musical, después del todopoderoso teatro de la Scala, es un local de los años treinta rescatado de la ruina y las excavadoras por un empresario milanés amante de la música, Agostino Liuni, que ha invertido 1.700 millones de pesetas en esta pequeña joya, de excelente acústica y sobria decoración.A las ocho y media de la tarde, media hora antes de comenzar el concierto, el flamante auditorio presentaba un aspecto ligeramente defectuoso: quedaban todavía por los suelos fragmentos del plástico que envolvía las butacas y en el suelo de parqué abrillantado se veían restos de polvo. Pero nadie se fijó en otra cosa que en el impecable escenario cuando Riccardo Chailly, milanés de 46 años, con un destacado currículo que le ha llevado a dirigir las principales orquestas del mundo, se subió al podio. Los 120 músicos y los 120 cantantes que integran el coro de la Orquesta Verdi, apiñados en el escenario, parecieron palpitar al unísono, y la música de la Sinfonía número 2 de Mahler, un canto poderoso y conmovedor que el compositor, nacido en Bohemia en 1860 y fallecido en Viena en 1911, escribió durante cuatro laboriosos años (1891-1894), se elevó por los aires y ascendió al techo, compuesto de exquisitas planchas de madera de peral. La voz profunda de la soprano Ruth Ziesak y el llanto agudo de la mezzosoprano Petra Lang se confundieron en el crescendo escalofriante del último movimiento, torrencial y estremecedor como si el mundo asistiera a través de sus notas a una verdadera resurrección.
El auditorio, muy lejos en dimensiones y en magnificencia del de Madrid, será, como ha declarado Chailly con justa modestia, la nueva "casa de la música" de Milán. Un espacio abierto para que la música muestre a la gente "todos sus rostros". Chailly, admirado del inmenso salto que ha dado España en el terreno musical en los últimos años, cree que a Italia le ha ocurrido lo contrario. Asfixiada por la profusión de palacios del bel canto, la música sinfónica tiene escasos templos o casas en este país, y muchas orquestas han nacido y han muerto en un espacio de tiempo no mucho más largo que el que emplea la Sinfonía número 2 de Mahler en morir y resucitar.
Quizá por ello, para Chailly, el título de la Sínfonía número 2 de Mahler, Resurrección, con la que anoche inauguró la nueva sede de la Orquesta Verdi, es cualquier cosa menos casual. "Siempre que entendamos resurrección como despertar: durante demasiado tiempo, en Milán, y en general en Italia entera, la música sinfónica ha estado relegada a espacios inadecuados y polvorientos", dice el director. "Respecto a otros países, España sobre todo, llevamos 20 años de retraso. Nuestro sueño, nuestro objetivo, es recuperar el tiempo perdido. Es hacer de este espacio nuevo no un templo, sino una casa común para la música, con las puertas abiertas de par en par. Donde todos, jóvenes y menos jóvenes, expertos y debutantes, puedan descubrir los muchos rostros de la música". Con un interés especial por la compuesta a lo largo de este siglo. "La música del novecento tendrá siempre un sitio en esta sala", ha dicho el director de la Verdi.
Desafío para la Scala
Por todas estas razones, el auditorio está destinado a convertirse en un desafío para la Scala, el gran teatro musical de la capital lombarda. El propio Riccardo Chailly, que dirige desde 1988 el Concertgebouw de Amsterdam, ha subrayado en alguna entrevista reciente la necesidad de que Milán salga de este pequeño gueto musical dominado por la todopoderosa Scala y su director musical, Riccardo Muti.Ayer, el todo Milán tomó asiento en las cómodas butacas, tapizadas de rojo, del nuevo auditorio y aplaudió largamente a Riccardo Chailly; a Romano Gandolfi, director del coro, y a las geniales solistas, la soprano Ruth Ziesak y la mezzosoprano Petra Lang. La temporada comienza.
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