Mujeres del barrio
Han aprendido que su labor fundamental es escuchar. Y saben por experiencia que ésto es más fácil si la víctima tiene frente a sí a una mujer como ella. Del barrio. Es la teoría de Manuela Larrea, que ayer recibió en Madrid de manos del comisario general de Seguridad Ciudadano, Santiago Cuadra, el carné que la acredita como mediadora vecinal en casos de malos tratos.Esta mujer de 54 años lleva 13 haciendo labores relacionadas con la violencia doméstica en la asociación de vecinos Las Águilas de Aluche, un barrio obrero del sur de Madrid. Ayer recibió el reconocimiento oficial a su trabajo y un documento que le facilitará el acceso a la policía.
Como ella, otros 234 vecinos de Madrid. La mayoría de barrios obreros como Hortaleza, Carabanchel o Las Cárcavas, donde el movimiento vecinal es más fuerte; casi todas mujeres, que sienten más cercano el problema.
Manuela reconoce que es difícil que los hombres se impliquen en una iniciativa como ésta, pero "cada vez menos". Un ejemplo de ello son Lino Soto y Carlos Martínez, de 53 y 20 años, respectivamente. También ellos son mediadores vecinales. Han aceptado que "la lucha de la mujer también es un tema de hombres" y, como sus compañeras, sólo quieren ayudar. Pero ambos reconocen que algunas de las víctimas pueden sentirse incómodas si tienen a un hombre como interlocutor, aunque sólo sea para explicarle las salidas con las que cuenta.
Entre las nuevas mediadoras, todas voluntarias de asociaciones vecinales, hay amas de casa, trabajadoras y estudiantes. El motivo que les ha llevado a enrolarse en el proyecto es tan variado como su trabajo. En el caso de tres de las más jóvenes, estudiantes de pedagogía de 20 años, se trata de participar en un proyecto del barrio. Y aprender.
Todos saben que su labor se limita a servir de enlace, a ayudar a las mujeres a dar el primer paso para salir del agujero de la violencia: a denunciar. Para ello la policía se ha convertido en un aliado. "Antes eran un poco reacios, pero las cosas han cambiado mucho y ahora nos atienden muy bien", asegura Manuela. Lo que tienen claro los mediadores madrileños, como los otros 2.300 que se les unirán este mes, es que no son la solución a un problema que algunos siguen considerando privado.
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