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Reportaje:

Caracoles de reproducción asistida

María Fabra

La Diputación de Castellón se propuso hace unos meses la lucha contra la extinción de una especie de caracoles conocida en la provincia como vaqueta, un caracol blanco que llegó a la península de manos de los romanos, que los utilizaban como condimento. Entonces, se programó la suelta de 2.500 de estos animales por los montes castellonenses. Ha pasado el tiempo y, unos de forma natural y otros estimulados en el laboratorio, se han reproducido. El coordinador de la campaña, Ignacio Rico, detalló ayer cómo ha tenido lugar el desarrollo de estos moluscos testáceos de la clase de los gasterópodos. En el caso de los fecundados en el laboratorio el procedimiento ha sido el siguiente, según relató Rico: se acude a una zona en la que existan caracoles reproductores, se cogen dos de ellos y, ya en el laboratorio, con un dardo llamado de "fecundación", se les estimula para facilitar la cópula. Cada uno de estos animales, que son hermafroditas, es capaz de poner entre 15 y 40 huevos, que ayer se presentaron en botes de cristal sobre la mesa del salón de sesiones de la Diputación de Castellón. Tras la puesta, hay que esperar la "eclosión de los alevines" -hecho que también se produjo sobre la mesa institucional- que tras cuatro o cinco meses, pueden alcanzar un tamaño semejante al de las monedas de quinientas pesetas (una muestra de ellos, más inquietos que los anteriores, decidieron abandonar las cajas en las que viajaban para recorrer la madera noble). El vicepresidente de la corporación provincial, Vicente Aparici, que acudió a la presentación de los resultados de la campaña, no pudo contener la sonrisa, no por la falta de seriedad del tema, cuyo objetivo es la protección de una rara especie, sino por lo cómico de la situación. Incluso osó bromear con alguno de estos ejemplares que, en el mercado, pueden llegar a costar unas 2.000 pesetas la docena. No en vano, las zonas de reproducción de los íberus alonensis han sido guardadas en el más estricto de los secretos, sin permitir caer en algún intento de tráfico de influencias de determinados alcaldes, que trataron que sus términos municipales fueran elegidos como lugar para la suelta.

Sin embargo, las áreas estaban ya predeterminadas. Se buscaron zonas donde la reproducción era más fácil. Lugares con un microclima especial, sin muchos roedores y lagartos, protegidos de pesticidas e incendios forestales. Además, los montes en los que se produjo la suelta (y este es el único dato que se dio del lugar en cuestión) se caracterizan por la existencia de rocas de ródeno o calcáreas y sin demasiada humedad, ya que ésta provoca infecciones y produce hongos y bacterias muy perjudiciales para los caracoles. En cualquier caso, la campaña ha contado con la colaboración del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil, cuyos agentes han colaborado con el coordinador de la misma, con el encargo añadido de velar por el mantenimiento del secreto de las zonas elegidas.

Ignacio Rico lleva más de 25 años dedicado a la helicicultura, con lo que se permite pocas bromas a la hora de hablar de sus caracoles. También es cierto que pocas bromas admiten los restauradores que utilizan semejante manjar como ingrediente, fundamentalmente, de las paellas. Con mucha seriedad, el profesor Rico explicó ayer la evolución en el comportamiento de estos "babosos" que, en su primera etapa de vida, son gregarios para luego volverse más autónomos. Asegura que, desde el punto de vista científico todavía no puede determinar si la fecundación en laboratorio condiciona su morfología o color, pero sí se atreve a afirmar que "se desarrollan más lentamente".

Rico también desveló otro de los secretos de los caracoles, como es el motivo por el que se dejan ver después de llover. Según dijo, las tres causas fundamentales son que el agua facilita sus recorridos, que con más humedad existen menos depredadores y que el alimento les resulta de más fácil digestión después de haber llovido. Además, el agua se lleva también parte de su rastro, con lo que los roedores, que los buscan con el olfato, ven dificultada su localización, hecho al que se une su condición de lucífugos, es decir, que huyen de la luz solar.

De los, aproximadamente, 2.500 alevines que se han soltado en seis diferentes zonas de la provincia, se ha calculado una reproducción en cerca del 50%, lo que significa que por los montes de Castellón puede haber cerca de 40.000 caracoles blancos o vaquetas sueltos, que tanto el coordinador de la campaña de reproducción como los responsables de la Diputación esperan que sigan en los montes y no en las paellas.

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