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No apto para hipocondriacos

El Museo de Historia de la Medicina recorre todas las especialidades de esta ciencia en los últimos siglos

El Museo Vasco de Historia de la Medicina y de las Ciencias es uno de esos tesoros al alcance de todos, pero que por su particular ubicación parecería sólo destinado a especialistas. Aunque la masificación de las enseñanzas universitarias haya popularizado esta institución, todavía se miran con respeto las facultades. Y en el caso de este museo, a la distancia figurada hay que sumar la real, la que existe entre Bilbao y el campus de Leioa, donde están ubicadas las 23 salas que acogen las 8.000 piezas y los 7.000 volúmenes de valor histórico-médico con que cuenta este espacio único en el País Vasco y casi en toda la Península, donde sólo hay centros similares en Barcelona, Valencia y Oporto. Pese a todo, el museo ha ido saliendo adelante desde que en 1974 el médico bilbaíno José Luis Goti comenzara a recoger objetos de valor histórico junto a otros colegas en la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao. Cinco años más tarde, se abría la primera sala en la Facultad de Medicina de Leioa, y el 25 de mayo de 1982 se inauguraba oficialmente, gracias al impulso del propio Goti y del entonces rector, Gregorio Monreal, quien estableció la ubicación de la mayor parte del museo en el edificio de la Biblioteca Universitaria. Porque el Museo de Historia de la Medicina está dividido en dos partes: cuatro salas se encuentran en la Facultad de Medicina, y las 19 restantes, en el edificio central de la Biblioteca Universitaria. Las cuatro primeras son un buen comienzo para la visita, sobre todo la que lleva el nombre de José Miguel de Barandiaran, que ofrece una panorámica de lo que ha sido la medicina asistencial a lo largo de la historia. El que esté dedicada al ilustre etnógrafo refleja algunos de los materiales que se pueden encontrar relacionados con la curación popular en su aspecto creencial (kutunes, amuletos, reliquias, ermitas de advocación médica) y en su vertiente empírica con una pequeña muestra de remedios caseros. La sala se completa con otros objetos de la medicina tradicional, entre los que destaca una muy valorada silla de partos del siglo XVII. En la sala Seminario, conocida también como Aula Granjel, en recuerdo al gran impulsor de la historia de la medicina vasca, se halla la parte bibliográfica, con interesantes ediciones en facsímil de obras fundamentales de la ciencia y una colección de microscopios. Entre estas paredes se han celebrado en los últimos años cerca de 200 sesiones científicas, organizadas por el propio centro, y por las que han pasado intelectuales de la talla de Caro Baroja, Villasante, Bariandaran, Barriola o Ajuariaguerra. Pero el grueso del museo (y lo más espectacular para el lego en medicina) está en el otro conjunto de salas, que presenta los instrumentos y materiales de las principales disciplinas: oftalmología, radiología, cirugía, odontología, etcétera, hasta un apartado de ciencias naturales, otro de instrumentos técnicos y un último dedicado a la farmacia. La voluntad de Goti como director de crear un espacio temáticamente homogéneo ha sido heredada desde su fallecimiento hace dos años por Antonio Erkoreka. En la primera parte de este espacio el visitante puede contemplar elementos de prevención, desde los autoclaves usados para esterilizar el material quirúrgico hasta un cuidada colección de microscopios, triquinoscopios, espectroscopios y un aparatoso microscopio electrónico adquirido recientemente. El paseo por este apartado preventivo concluye con la sala de pesas y medidas y el laboratorio clínico. El siguiente paso es la sala dedicada a la radiología, donde se puede ver un aparato portátil de rayos x, auténtico maletín letal para los doctores de la época, ya que se exponían continuamente a las radiaciones sin ninguna protección, acompañado por vetustas lámparas ultravioletas que parecen secadores de salón de peluquería y aparatos más modernos. El recorrido continúa por las salas de endoscopia, odontología, oftalmología, cardiología, botánica médica, sin olvidar la sala Achúcarro, donde se encuentra una interesante colección de preparaciones macroscópicas (fetos, vísceras y otras partes del cuerpo conservados en un líquido similar al formol). Todo ello, como el resto del museo, gracias a la desinteresada colaboración de decenas de entidades y particulares que son el contrapunto humano de la historia de la medicina vasca recogida en los objetos y libros de estas salas.

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